Una noche que debía ser tranquila en el preuniversitario Antonio Maceo de Santiago de Cuba terminó convirtiéndose en una pesadilla. Gerle Díaz Masó, un muchacho de solo 16 años, está ahora entre la vida y la muerte tras caer del segundo piso del edificio escolar mientras intentaba escapar de un grupo de intrusos armados que irrumpieron en la escuela.
El incidente ocurrió la noche del domingo 27 de abril, y fue reportado en redes por el activista Aris Arias Batalla, quien denunció que el centro no contaba con medidas de seguridad adecuadas. Según su publicación, el adolescente se lanzó desde el segundo nivel al primero en un intento desesperado por huir de los atacantes, sufriendo lesiones serias que lo tienen en estado crítico.
Actualmente, Gerle se encuentra ingresado en el Hospital Infantil Sur Dr. Antonio María Béguez César, donde los médicos luchan por estabilizarlo. Su madre, Yanisleydis Masó Estable, explicó que su hijo está conectado a respiración asistida, sin fiebre por el momento, pero aún bajo vigilancia extrema mientras esperan señales de mejoría.
¿Qué pasó realmente esa noche?
Según una investigación paralela realizada por el periodista independiente Yosmany Mayeta Labrada, el ataque no fue casual. Al parecer, un grupo de jóvenes del barrio San Juan, armados con cuchillos y machetes, entró al instituto con sed de venganza tras una broma pesada que habría molestado a uno de ellos.
En medio del caos, uno de los estudiantes, presuntamente Gerle, trató de escapar subiendo al alero del edificio, desde donde cayó y se golpeó la cabeza, la boca y la nariz. Otra versión apunta a algo aún más alarmante: que el muchacho habría sido agredido dentro de su dormitorio y luego empujado desde una altura considerable por uno de los intrusos.
Lo que sí se sabe con certeza es que fueron sus propios compañeros quienes, sin pensarlo dos veces, lo cargaron y lo llevaron hasta la calle, donde una ambulancia que pasaba cerca pudo asistirlo de inmediato. Una reacción rápida y humana, en contraste con la ausencia de personal de seguridad preparado para prevenir una situación así.
Una historia con antecedentes
No es la primera vez que se habla de la falta de seguridad en este tipo de centros internos, donde adolescentes viven lejos de sus casas y dependen totalmente del cuidado institucional. Varios estudiantes y padres han denunciado anteriormente la facilidad con la que personas ajenas al plantel pueden entrar sin ser detectadas. Esta vez, las consecuencias fueron trágicas.
Días después del suceso, la Dirección Provincial de Educación confirmó el ataque, aunque sin ofrecer muchos detalles. Mientras tanto, militares y peritos criminalistas tomaron control del área, investigando lo sucedido y tratando de reconstruir una verdad que sigue llena de vacíos.
La comunidad estudiantil, entre el miedo y la indignación, se pregunta: ¿cómo es posible que un lugar donde se forman los futuros profesionales del país no cuente con la protección básica necesaria? ¿Qué tiene que pasar para que la seguridad de los estudiantes sea realmente una prioridad?
En Cuba, donde tantas veces se exige disciplina y control, la realidad es que los propios jóvenes siguen expuestos a peligros que no deberían existir dentro de una institución educativa.
