En un giro que muchos venían esperando, el gobierno cubano, a través del grupo empresarial BioCubaFarma, finalmente se quitó la careta: admitió públicamente que piensa vender el plasma sanguíneo de los donantes como parte de un nuevo proyecto de inversión extranjera. La noticia la soltaron a través del diario oficialista Granma, como quien trata de hacer pasar gato por liebre.
Aunque desde hace rato se sospechaba que el régimen le sacaba su dinerito a la sangre de los cubanos, esta es la primera vez que lo reconocen de manera oficial ante su propio pueblo.
La Empresa Laboratorios Farmacéuticos AICA, perteneciente a BioCubaFarma, fue la encargada de dar la cara. Presentaron una propuesta para levantar un centro de plasmaféresis, gestionado directamente por la industria, donde extraerían plasma sanguíneo para luego venderlo, sin mucho misterio.
John Wilber Arrazcaeta, ingeniero y director de Inversiones de AICA, le explicó a Granma que la idea surge para paliar la eterna escasez de insumos médicos que hay en la isla. Eso sí, aclaró que el proyecto se moverá bajo la modalidad de inversión extranjera directa.
El especialista explicó que, a diferencia de las donaciones tradicionales donde te sacan la sangre completa, en la plasmaféresis te devuelven los glóbulos rojos y se quedan solo con el plasma, ese líquido amarillento que, como quien no quiere la cosa, resulta ser un tesoro en el mercado internacional.
Con esta movida, el régimen busca hacer caja: vender el plasma y financiar con eso su proyecto, además de alcanzar estándares de calidad que les permitan exportar a otros países.
Aunque Cuba lleva años lucrándose a escondidas con la sangre de su gente —según denuncias de organizaciones como Archivo Cuba, que calcula que entre 1995 y 2019 se embolsaron más de 1,323 millones de dólares— hasta ahora el gobierno evitaba hablar del tema de frente a la población.
Esta nueva postura marca un cambio importante en su estrategia de comunicación, pero también levanta muchas cejas, porque no es un negocio nuevo: solo ahora lo están sacando del clóset.
Un negocio de sangre con historia larga
Allá por 2017, la ONG Archivo Cuba ya había lanzado la alerta: en un solo año, el régimen se metió 34,5 millones de dólares vendiendo plasma sanguíneo fuera de la isla.
María Werlau, directora ejecutiva de la organización, no se anduvo por las ramas. Denunció que estos negocios se hacían sin que los donantes tuvieran idea de dónde iba a parar su sangre, y los calificó directamente como “negocios turbios del Estado”.
Aunque Cuba no lo reconocía internamente, los datos de comercio internacional cantaban la verdad: el plasma salía de la isla rumbo a mercados extranjeros, registrándose oficialmente en bases de datos internacionales.
Estas prácticas, según Werlau, reflejan una violación grave de derechos humanos, ya que el consentimiento informado brillaba por su ausencia y el dinero nunca se reportaba en las cuentas oficiales que el pueblo podía ver.
De extracciones forzosas a un lucrativo comercio
La investigación de Archivo Cuba siguió sacando trapitos al sol en 2021 y 2022. Revelaron que no solo era cuestión de plasma: también se vendían tejidos, órganos y glándulas humanas.
De los más de 1,323 millones de dólares que ganaron entre 1995 y 2019, aproximadamente 808 millones vinieron de la sangre y sus derivados. Todo esto bajo una opacidad total y, en algunos casos, con historias escalofriantes de extracción forzada de sangre a presos políticos y condenados a muerte en las décadas de 1960 y 1970.
Registros históricos del Anuario del Comercio Exterior Cubano y documentos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos documentan cómo la revolución sacaba sangre a los fusilados, bajo la fachada de un supuesto acto altruista.
Mientras dentro de la isla se vendía la idea de donar sangre como un acto de solidaridad revolucionaria, en el exterior esa misma sangre se vendía como oro líquido a países como Brasil, Venezuela, Irán, Rusia, Argentina, Colombia, Ecuador y Bielorrusia.
Una crisis sanitaria que no cuadra con el negocio
Paradójicamente, aunque el régimen se ha hecho millonario vendiendo productos humanos, la escasez de hemoderivados en los hospitales cubanos es desesperante.
La falta de donantes, el deterioro de la infraestructura de salud y la pobre organización de las campañas de captación son solo parte del problema que las autoridades intentan tapar, mientras siguen exprimiendo a la población para sus negocios internacionales.
Así que ahora, con el anuncio oficial de la comercialización del plasma, lo que antes se hacía a escondidas pasa a ser parte del “plan de desarrollo” nacional, un nuevo capítulo de una historia de abuso y falta de transparencia que lleva décadas escribiéndose en Cuba.