Un reportaje reciente del periódico oficialista Girón destapó una herida que en Cuba ya nadie puede tapar con un dedo: los ancianos que lo dieron todo por el país hoy sobreviven como pueden en las calles.
En pleno corazón de Matanzas, bajo el solazo que parte piedras, muchos de esos viejos que una vez fueron pilares de la economía nacional ahora venden jabas, cigarros, polvorones o fruticas para intentar estirar los pocos pesos que les caen cada mes.
Una vida de trabajo que no alcanzó ni para el retiro
El periodista Raúl Navarro González, en su reportaje «Sobrevivir después de trabajar», pintó con crudeza la escena diaria de hombres y mujeres de tercera edad que no pueden cubrir sus necesidades más básicas con lo que les paga el Estado.
Las imágenes hablan solas: rostros curtidos por el tiempo y el sol, manos que no dejaron de trabajar nunca, ahora extendidas para ganarse la vida en cualquier esquina.
Entre las historias que recoge el reportaje, una se clava como puñal: un ingeniero mecánico de 85 años que, en vez de descansar, sigue fajado en la calle de 7 de la mañana a 3 de la tarde para «completar» una pensión de apenas 1,628 pesos.
Jorge Isidro Herrera, que pasó 45 años sudando en la industria azucarera, ahora sobrevive vendiendo cigarros con una jubilación de 1,500 pesos, que no le da ni para el almuerzo de una semana.
Otro especialista, que dedicó su vida a turbinas y compresores industriales, hoy araña la vida vendiendo polvorones a «diez pesitos» cada uno. Y Gustavo Pedro, viejo administrador de casillas y bodegas, confiesa que con su pensión «no alcanza» y que junto a su mujer sobreviven como pueden.
Un país que le falla a sus viejos
La tragedia de estos abuelos no es cosa aislada. En las últimas semanas han salido a la luz decenas de denuncias en redes sociales mostrando lo mismo: jubilados que se rompen el lomo para poder comer.
Una anciana, tras cobrar su pensión de 1,500 pesos, solo pudo llevarse a casa un pomo de aceite. Todo su mes gastado en un solo producto. Y en Holguín, el profesor jubilado Genildo sobrevive recogiendo latas vacías, junto a su esposa e hijo discapacitado, después de haber entregado su vida a la enseñanza.
En Matanzas, una joven mostró en redes cómo su tía, con 1,600 pesos de pensión, apenas pudo comprar unos míseros alimentos que no alcanzan ni para dos días de comida.
La escena se repite en cada rincón: ancianos con la pensión mínima, fijada en 1,500 pesos, luchando día a día para no caer en la indigencia.
Cinco dólares al mes: el precio de una vida entera de trabajo
Según datos oficiales de octubre de 2024, más del 39% de los jubilados en Cuba vive con la pensión mínima. Al cambio informal, eso es apenas cinco dólares al mes. Una cifra que suena a burla cuando el costo de la vida se dispara y los anaqueles están cada vez más vacíos.
El drama se ha agravado tras el cierre del Instituto Nacional de Seguridad Social, con las competencias pasadas a las provincias, donde la atención brilla por su ausencia.
Un país que prometió dignidad, pero reparte miseria
La situación de los jubilados desnuda el fracaso de un sistema que prometió protección social, pero que hoy empuja a sus viejos a las calles, a vender, a mendigar, a sobrevivir con la caridad de los vecinos o la ayuda que algún familiar emigrado pueda mandar.
Aunque desde los micrófonos oficiales siguen repitiendo el mismo sonsonete de que «nadie quedará desprotegido», las esquinas de Cuba cuentan otra historia. Y esa historia, por más que quieran taparla, ya no hay quien la esconda.