Un fuego descomunal sigue devorando pinares en la zona de Arenales, en el municipio Minas de Matahambre, allá en Pinar del Río. Más de 3000 hectáreas ya han quedado hechas cenizas en medio de una lucha que parece no dar tregua.
Desde hace días, las llamas se empeñan en no soltar la presa, y eso ha obligado a movilizar a todo el mundo: desde el Cuerpo de Guardabosques hasta las fuerzas del sistema de la agricultura. Así lo soltó en su Facebook el vocero oficialista Osbel Benítez Polo, que anda reporteando de cerca lo que pasa.
La situación es tan tensa que ya han tenido que reconocer el coraje de los más de 500 hombres que batallan contra el fuego, llamándolos «titanes frente a las adversidades». Y no es para menos: la candela no respeta y cada metro ganado es una victoria sudada.
Desde el viernes, los vigías del aire han estado sobrevolando tres puntos donde la intensidad es mayor, mientras en tierra ya terminaron de abrir una gran trocha para intentar encerrar al incendio en una poligonal y darle fin de una vez.
Cinco bulldozers andan de arriba pa’ abajo, removiendo tierra a toda mecha para preparar el terreno y aplicar la vieja técnica de la «contracandela» —esa jugada arriesgada de prender fuego controlado para robarle oxígeno al monstruo.
El teniente coronel Alexander Pereda Burón, que lleva las riendas del Cuerpo de Guardabosques en Pinar del Río, le soltó a Radio Habana Cuba que este fin de semana tienen pensado asestarle el «golpe definitivo» a la bestia de fuego. Veremos si el tiempo y la suerte se alinean.
Mientras tanto, Yamile Ramos, la primera secretaria del PCC en Pinar del Río, pidió no descuidar la alimentación de los brigadistas y soltó con firmeza que «de este cerco saldremos más fortalecidos». Ojalá así sea, porque la tarea que tienen encima no es poca cosa.
Los expertos de agroforestales ya tiraron números al aire: entre un 10 y un 15 % de todo el bosque afectado podría representar pérdidas económicas millonarias. Un golpe fuerte, especialmente para una provincia que ya viene golpeada.
Aunque los esfuerzos no paran, la amenaza sigue vivita y coleando. Todo depende ahora del clima y de que las maniobras planeadas logren, por fin, ponerle freno a un incendio que ha demostrado ser más terco que un burro amarrado.
Y pensar que apenas el jueves pasado, las autoridades confesaban que el fuego ya había arrasado unas 1,200 hectáreas… y desde entonces la bestia no ha hecho más que crecer.