En Maisí, al extremo oriental de Cuba, el sonido del motor del ómnibus 1297 no fue solo señal de llegada, sino de alivio, orgullo y emoción. Este jueves, vecinos del pueblo salieron a la calle para darle la bienvenida a los choferes Luis Antonio Rodríguez Griñán y Bernaldo Bello Barrios, protagonistas de una historia que pudo haber terminado en tragedia, pero que se convirtió en ejemplo de coraje y sangre fría al volante.
El emotivo recibimiento, compartido en redes por la usuaria Chely Tamayo, no fue una simple ceremonia: fue un acto cargado de amor y respeto, una forma de decir “gracias” desde lo más profundo del corazón de un pueblo agradecido.
“Lo que pasó allá arriba no se olvida”
Todo comenzó el pasado 25 de marzo, cuando el ómnibus —que cubría la ruta entre Maisí y La Habana— perdió los frenos justo en el temido viaducto de La Farola, uno de los tramos más traicioneros y peligrosos de Cuba. Con curvas que parecen dibujadas por un loco y bajadas que le sacan el alma al más valiente, esa carretera no perdona errores ni fallos técnicos.
Pero aquel día, Luis Antonio —al mando del timón— demostró un temple de acero. Con el sistema de frenos fuera de combate, mantuvo el control del vehículo durante más de un kilómetro, bajando con todo y pasajeros por pendientes que quitan el habla, sorteando curvas que parecen muros, hasta lograr detener el ómnibus sin que nadie saliera herido.
Una proeza así no se ve todos los días. Y Maisí lo sabe. Por eso, el regreso del ómnibus fue como el retorno de un campeón, con lágrimas, aplausos, abrazos y mucho sentimiento.
“Esto no se cuenta, se siente”, escribió Chely en su publicación. Y es que el ambiente no pudo ser más genuino: emoción pura, sin protocolos ni cámaras oficiales, solo un pueblo rindiendo homenaje a sus choferes.
Un ejemplo que vale más que mil discursos
Para muchos, estos dos hombres demostraron que el heroísmo no siempre lleva uniforme militar, ni ocurre en grandes batallas. A veces, basta con hacer bien tu trabajo, con responsabilidad, con amor por la vida de los demás, y con la entereza de actuar cuando todo se pone patas arriba.
Luis Antonio y Bernaldo, con los ojos aguados, no pudieron contener la emoción al ver a su gente reunida. Agradecieron, como hacen los grandes, con humildad. Y la comunidad respondió con abrazos, con aplausos y con una admiración que va mucho más allá del momento.