En medio de una creciente ola de vandalismo contra el transporte público en La Habana, el Ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, salió al paso este jueves para despejar rumores y poner los puntos sobre las íes. Lo hizo con voz firme, aclarando que no hay ninguna suspensión del servicio en horas de la madrugada, a pesar de lo que muchos han leído por ahí en redes sociales.
«Eso es pura bola», dijo en resumen.
Según el ministro, aunque el servicio nocturno está funcionando con serias limitaciones por culpa de la crisis de combustible, en ningún momento se ha tomado la decisión de eliminarlo. “No hay tal suspensión”, afirmó tajantemente.
La crisis del transporte no es cuento nuevo
La situación del transporte urbano en La Habana está más tensa que una guagua en hora pico. Rodríguez Dávila reconoció que hay problemas, pero también sacó pecho al anunciar que se han podido recuperar 63 ómnibus gracias a una reciente compra de neumáticos y baterías. Además, adelantó que vienen en camino piezas desde China que permitirán reparar otros 100 vehículos en mal estado. Así que, si todo marcha como dicen, podríamos ver más guaguas rodando en las próximas semanas.
Vandalismo: una piedra más al camino
Pero como si la cosa no estuviera ya bastante complicada, hay quien le ha cogido la mala al transporte público. Los apedreamientos de ómnibus en plena vía se han convertido en un fenómeno preocupante. El ministro fue claro al respecto: “No son actos nuevos y siempre se enfrentan con rigor”. Denunció que este tipo de acciones no solo afectan la infraestructura, sino que ponen en peligro la vida de los pasajeros y de los choferes.
Y dejó caer una advertencia sin medias tintas: “Los culpables recibirán el castigo que merecen”, recalcando que estos actos cuentan con el total repudio del pueblo.
Una capital bajo tensión
Los ejemplos sobran. Solo en los últimos meses, varias guaguas han sido víctimas de pedradas en plena faena. El caso más reciente ocurrió en Santos Suárez, donde el ómnibus 5248 de la ruta 37 fue atacado mientras recorría el municipio 10 de Octubre de madrugada. Poco antes, otro bus de la ruta P8 quedó fuera de combate tras romperse un cristal trasero por un impacto similar.
Y la cosa no paró ahí. A finales de marzo, el ómnibus 5229 de la ruta 23 fue agredido con piedras en plena Avenida Bélgica, justo cerca del Museo Nacional de Bellas Artes. Ese mismo día, otro vehículo de la ruta P7 también fue atacado, pero en el municipio Cotorro. Una seguidilla de agresiones que pinta muy mal para un sistema de transporte que ya anda bastante golpeado.
Cuando la tensión explota
En enero, un joven estudiante terminó preso tras apedrear el ómnibus 8445 de la ruta P-11 en medio de una bronca con el chofer. Este caso es solo una muestra del ambiente tenso y cargado que se respira en las calles de la capital, donde la desesperación y el malestar social muchas veces se transforman en violencia absurda.
Las autoridades han llamado a la ciudadanía a no quedarse callada y denunciar estos actos. Pero la repetición de estos hechos demuestra que no es solo un problema de seguridad, sino el reflejo de una sociedad agobiada por las carencias y la frustración.