En medio de la dura realidad que vive Cuba, donde cada rincón útil vale oro, los DiTú parecen estar cayendo uno a uno como castillos de arena, sin que nadie se haga responsable. Esta vez, el desastre tocó la puerta del reparto Bahía, en La Habana del Este, donde lo que antes fue un punto vital de venta de alimentos, hoy es poco más que un montón de ruinas.
Las imágenes hablan solas. Fueron compartidas por María Salazar Azucarmanía en un grupo de Facebook del barrio, y muestran lo que queda del lugar: lozas sueltas, columnas tristes y un aire de abandono que lo dice todo. Ya no hay croquetas, ni cervezas, ni chorizos. Lo que había fue barrido sin misericordia.
María lo resumió en una frase sencilla, pero cargada de nostalgia: “Lo que queda del DiTú del reparto Bahía”. Lo que no dijo con palabras, lo mostraron las fotos. La estructura fue literalmente desvalijada, como si alguien hubiera decidido que ya no servía y la dejó morir.
En los comentarios, la gente no se aguantó. “¿Eso fue un ciclón o qué?”, preguntó un usuario sorprendido. Otro tiró la talla con ironía: “Solo les falta llevarse el techo”. Pero entre chistes y quejas, la rabia se notaba a flor de piel.
Una joven comentó que, además de estar vacío, el local había sufrido un incendio, lo que aceleró aún más su ruina. “Se lo llevaron todo, hasta lo que estaba mal puesto”, lamentó, apuntando a esas columnas del falso techo que todavía resisten de puro milagro.
Pero este no es un caso suelto. Ya se ha oído lo mismo en Playa, en Chibás y en otros barrios. La película se repite una y otra vez: los DiTú cierran, se deterioran, y nadie mueve un dedo para rescatarlos. Lo que antes servía para paliar un poco la escasez, ahora es solo un recuerdo con sabor amargo.
“¿Por qué no los rentaron? ¿Por qué los dejaron así?”, se preguntó un padre de familia en el grupo, señalando que, con un poco de visión, esos locales podrían seguir sirviendo a la comunidad. Pero la respuesta parece perdida en el eco de tantas otras buenas ideas que nunca llegan a concretarse.
En tiempos de crisis, cada espacio que se pierde es un golpe directo al pueblo. Estos puntos de venta no eran lujos, eran opciones reales para miles de familias que buscaban un respiro entre tanta escasez. Verlos así, tirados al abandono, solo deja una sensación: desprecio por lo poco que queda.
“Sin palabras. Ni pollo, ni croquetas, y lo dejaron que se cayera”, dijo una vecina. Otro usuario soltó una frase que se repite como un lamento: “Todo lo que sea disfrute para el pueblo, se vaaaa”.
