En pleno corazón de Centro Habana, donde los apagones ya forman parte del paisaje y el gas se esfuma como el humo, una panadería del barrio Pueblo Nuevo se aferró a la tradición para que el pan normado no faltara en la mesa del cubano. Sí, así mismo como lo lees: hornearon con leña, como en los tiempos de antes.
El local, ubicado en Árbol Seco entre Estrella y Maloja, se las arregló con ingenio criollo y mucha voluntad para seguir produciendo pese a las interrupciones del servicio eléctrico y de gas. Y como era de esperar, el régimen no perdió tiempo en inflar el pecho, presentando la movida como una “solución creativa”.
“Sí se puede”, repitieron desde el poder
En una publicación en Facebook, la Asamblea Municipal del Poder Popular junto al Consejo de la Administración de Centro Habana y el Consejo Popular de Pueblo Nuevo aplaudieron la iniciativa, remarcando la entrega de los trabajadores que no dejaron que el apagón les apagara el compromiso.
La delegada de la circunscripción 15, Yanet, resumió el espíritu del asunto con una frase bien de libreto: “Las afectaciones al suministro de gas y electricidad no fueron impedimento para la producción de este necesario alimento. Sus trabajadores demostraron que sí se puede”.
Y mientras el gobierno aplaude con entusiasmo, la realidad es otra: la escasez aprieta, la electricidad brilla por su ausencia durante largas jornadas, y el gas manufacturado se ha convertido en un lujo. Recientemente, la empresa responsable del servicio informó sobre trabajos de mantenimiento en la Planta de Producción No. 1, en Melones, lo que dejó a varios municipios sin suministro.
Pan caliente, país en crisis
En la otra cara de la moneda, el pueblo sigue echando los pulmones pa’ fuera. Con apagones que superan las 20 horas diarias en muchas zonas del país, sumados a la inflación galopante, los salarios en candela y la desesperanza generalizada, la vida cotidiana se ha vuelto una carrera de obstáculos.
Así que sí, en medio del caos, ver a una panadería manteniendo el horno encendido, aunque sea a leña, tiene su mérito. Pero también es un reflejo crudo de cómo el cubano tiene que inventar y reinventarse todos los días para sobrevivir, mientras las autoridades siguen vendiendo como “logro” lo que en otros países sería motivo de alarma.