La cosa se sigue calentando en Santiago de Cuba, y esta vez no es por el solazo, sino por dos juicios que han puesto el tema de las drogas en el centro del debate. Dos jóvenes fueron condenados a penas de ocho y nueve años de cárcel, como parte de lo que las autoridades llaman procesos “ejemplarizantes”. O sea, castigos fuertes para que la gente lo piense dos veces.
Según los informes publicados por el Tribunal Provincial Popular de Santiago de Cuba, estos casos se dieron en el marco de la nueva cruzada estatal contra el consumo y tráfico de sustancias ilícitas, una campaña que después de años de silencio, ahora parece ir con todo.
Cultivaba marihuana en su casa… y no precisamente para uso personal
Uno de los sancionados, de 29 años, fue detenido en su propia casa, allá por la carretera de Siboney, kilómetro 10 y medio, zona de El Brujo. En el operativo le encontraron una planta de marihuana que medía metro y medio, y además, una cajita con hojas secas listas para darle candela. El laboratorio forense pesó todo y arrojó un total de 286.7 gramos de cannabis.
El tribunal determinó que este muchacho no estaba jugando al jardinero, sino que cultivaba para vender, lo que según el nuevo Código Penal cubano, le costó ocho años de privación de libertad. A eso se le sumaron otras medidas: le decomisaron la droga, le prohibieron salir del país y perdió varios derechos ciudadanos.
Cayó con “el químico” y marihuana en un viaje en guagua
El otro joven, de 28 años y natural de Baire, fue atrapado como parte de la investigación conocida como “Consorcio”. Iba en una guagua desde Palma Soriano rumbo a Contramaestre cuando le echaron mano. En sus bolsillos le encontraron dos envoltorios tipo bombón: uno con 3.56 gramos de marihuana y otro con 1.83 gramos de cannabinoide sintético, conocido en la calle como «el químico», una sustancia más fuerte y peligrosa.
Durante el juicio, se comprobó que el acusado distribuía esas sustancias en varias zonas del oriente, incluyendo Baire, Maffo y Lumumba, y que tenía vínculos con personas ya fichadas por tráfico y cultivo. Por eso, le cayeron nueve años de prisión, además de la incautación del dinero que ganó con la venta, la prohibición de salida del país y la pérdida de derechos civiles.
Sentencias fuertes y con escarmiento incluido
Las autoridades aseguran que en ambos casos se respetaron las garantías legales y el debido proceso, aunque todo esto forma parte de una estrategia que busca dar ejemplo y, de paso, meter miedo.
No es la primera vez que se lanza este tipo de mensajes. En marzo pasado, el régimen empezó a endurecer los juicios por drogas, aplicando castigos más severos, sobre todo a jóvenes que consumen o trafican marihuana o químicos sintéticos. Días después, se conocieron otras condenas de hasta 10 años por tráfico del químico en Sancti Spíritus, donde incluso se involucró a menores como clientes.
Las mujeres también están cayendo en la red
Recientemente, el caso de una joven juzgada en Santiago por trasladar droga desde Jamaica encendió otro debate: el aumento de mujeres dentro del negocio del narcotráfico. Un fenómeno que preocupa, sobre todo en un contexto de crisis donde muchas, buscando resolver, terminan atrapadas en redes peligrosas.
Y como si fuera poco, el pasado 1 de abril, vecinos de una comunidad en Santiago decidieron actuar por su cuenta ante la falta de respuesta oficial al microtráfico en su zona. Tomaron medidas por sus propios medios y hasta hicieron denuncias públicas en redes sociales, cansados de ver cómo las drogas se cuelan en la vida diaria sin que pase nada.
La situación no es fácil, y la tensión va en aumento. Lo que está claro es que, más allá de las condenas, el fenómeno de las drogas en Cuba ya no es un tema tabú, y está exigiendo respuestas más allá de los juicios ejemplarizantes.