En un rincón silencioso de Hialeah, entre flores blancas y corazones rotos, el pequeño Geobel Damir Ortiz fue despedido este domingo en la funeraria Caballero Rivero. Allí, entre abrazos apretados y lágrimas que no se contienen, su madre, Eliannis Ramírez, y la comunidad cubana en el exilio le dan el último adiós a ese niño que luchó con el alma, incluso cuando el cuerpo ya no le daba más.
El dolor que se siente en el ambiente no cabe en palabras. Damir, que solo tenía unos pocos años de vida, cargó con una batalla que ningún niño debería enfrentar. Y lo hizo con una fuerza que dejó huella.
Desde la isla hasta el exilio, su historia tocó fibras profundas. Llegó a Estados Unidos en estado crítico, luego de una intensa campaña de recaudación de fondos y un viacrucis médico en Cuba, donde años de atención deficiente y negligencia sistemática complicaron aún más su cuadro.
Su diagnóstico: neurofibromatosis tipo 1. Pero no fue esta enfermedad la que acabó con su vida. Fue una bacteria resistente que adquirió en Cuba y que terminó desencadenando una sepsis feroz. El doctor Miguel Ángel Ruano Sánchez fue claro: “Damir no murió por su condición de base, sino por la falta de tratamiento adecuado.” Palabras que duelen y que exponen una triste realidad.
Mientras tanto, este domingo en Miami, las puertas de la funeraria solo se abrieron para los que venían a rendirle homenaje. A petición de su madre, no se permitió grabar ni tomar fotos. Este no era un acto para el espectáculo, sino un momento de recogimiento, de respeto, de despedida íntima.
Entre los presentes se encontraban activistas de derechos humanos, exiliados, madres, hijos, cubanos de todas partes… todos conmovidos por esta historia que ya no pertenece solo a una familia, sino a todo un pueblo. También estuvo presente la exprisionera política Angélica Garrido y la activista Diasniurka Salcedo, aunque ambas optaron por el silencio ante la prensa, visiblemente afectadas.
Amelia Calzadilla, quien viajó recientemente a Miami para encontrarse con Eliannis, compartió que muchas madres desde la isla le han escrito, pidiéndole que transmita su amor y dolor a la familia de Damir. En su nombre, envió un arreglo floral que hablaba por todas: por las que no pudieron estar, pero sí sienten como si ese niño también fuera suyo.
En redes sociales, el luto se extendió como un manto negro sobre los perfiles cubanos. La activista Yamilka Lafita, conocida como Lara Crofs, anunció que su cuenta permanecería en silencio en señal de duelo. Un gesto que muchos imitaron, porque hay días en los que las palabras sobran.
Las cenizas de Damir se quedarán en Miami, ciudad donde su madre ha solicitado asilo político. No solo por la necesidad de protección, sino porque el miedo a las represalias del régimen es real. Ella denunció, habló, expuso. Y en Cuba, eso cuesta caro.
Damir no solo fue un niño enfermo. Fue símbolo de resistencia, de esperanza, de denuncia. Su historia dejó al desnudo un sistema sanitario colapsado, lleno de burocracia, donde los más vulnerables muchas veces no sobreviven.
Y aunque ya no esté físicamente, Damir se queda con nosotros, en la memoria de quienes lucharon por él, en el dolor compartido por tantas madres cubanas, y en esa semilla de conciencia que ha germinado en una comunidad que no olvida, que no calla.