Han pasado más de cinco meses desde que el huracán Oscar azotó el oriente cubano, pero en Boca de Miel, Baracoa, parece que el tiempo se detuvo. El puente de madera que conectaba esta comunidad con el resto de la ciudad sigue en el suelo, y más de 500 personas están literalmente atrapadas, dependiendo de una cayuca para cruzar el río… si tienen suerte de encontrarla.
Fue Radio Baracoa quien alzó la voz en redes sociales: el puente, destrozado desde octubre, aún no tiene arreglo ni señales de que se esté trabajando en una solución. Y lo peor es que nadie —nadie— ha dado una respuesta oficial. Ni promesas. Ni cronogramas. Solo silencio.
Para quienes no lo saben, ese puente era la única vía directa entre Boca de Miel y la ciudad de Baracoa. Por ahí pasaban niños para ir a la escuela, trabajadores rumbo al centro, médicos, vendedores, ancianos… toda una comunidad que hoy tiene que cruzar un río en una pequeña embarcación, y pagar por ello. Eso sí, solo si el operador está disponible y en su horario.
Vecinos consultados contaron que esta situación los tiene al límite: afecta su día a día, sus bolsillos, su salud, su educación, su abastecimiento. “Si necesitas cruzar fuera del horario del cayuquero, te quedas varado, punto”, dicen. No es una exageración: así viven, todos los días, desde hace meses.
Este puente ya había sido reparado antes, pero esta vez la cosa es diferente. No hay alternativas, ni soluciones temporales, ni siquiera una señal de que algo va a cambiar. Solo la incertidumbre. Y mucha frustración acumulada. El aislamiento se ha convertido en costumbre, y eso no debería ser normal.
En los comentarios de la publicación, la gente no se quedó callada. Daylen Lobaina fue clara: “Ese puente es imprescindible”. Y explicó que hay quienes tienen que caminar kilómetros cuando no pueden cruzar el río. También denunció que al pobre cayuquero le piden salvavidas y requisitos que no puede costear. “Pero eso, las autoridades no lo ven”.
Otra vecina, Yula, dijo lo que todos están pensando: “No queremos un parche, queremos un puente que valga la pena. No más soluciones para salir del paso”. Ella recordó que no solo Boca de Miel depende del puente: hay cinco comunidades más afectadas. Estudiantes, trabajadores, embarazadas… todos en las mismas.
Yunet Paján fue más directa aún: “Es una vergüenza”. Dijo que cuando alguien se enferma y ya no hay cayuca —porque la quitan a las seis— la situación se vuelve desesperante. “No se puede cruzar de noche. Está prohibido. Pero para eso no hay recursos… qué pena”, sentenció.
Todo esto viene desde el 20 de octubre de 2024, cuando el huracán Oscar arrasó con buena parte de la infraestructura vial en Guantánamo. Baracoa, Imías y Maisí quedaron incomunicadas, con puentes y carreteras convertidos en escombros. La famosa carretera Cantillo-La Tinta también fue severamente afectada.
Unos días después, las autoridades lograron reabrir de forma parcial la vía entre Guantánamo e Imías con una senda provisional. Eso alivió un poco la situación para los envíos de ayuda, bajando los tiempos de viaje de siete a dos horas. Pero muchas zonas quedaron fuera de ese alivio.
En uno de esos casos, el Ejército Oriental instaló un puente táctico ruso entre Jesús Lores e Imías. Una estructura metálica de emergencia, capaz de soportar hasta 12 toneladas. Eso ayudó en esa zona, pero en Boca de Miel no ha llegado ni un clavo. Y la gente sigue esperando.
Mientras en otros lugares ya hay puentes provisionales, en Boca de Miel solo hay promesas rotas, cayuca a horario y vecinos cansados. La situación no da para más. No es solo un puente. Es una vida entera que se quedó del otro lado del río.