Mientras muchos cubanos tienen que andarse con pies de plomo en las redes sociales para no acabar multados, perseguidos o incluso tras las rejas, hay alguien que vive en un mundo aparte. Hablamos de Sandro Castro, el nieto del mismísimo Fidel, quien ha convertido sus plataformas digitales en un escenario donde el descaro y el desparpajo no tienen freno… ni castigo.
En su última gracia, Sandro soltó en Instagram un video en el que habla —entre risas y gestos de payaso— de un invento llamado “modo hidropene”. Según él, se trata de un líquido mágico que afecta el cerebro y te deja con un solo deseo: “dar pene, pene, pene…”. Sin sentido, vulgar y ridículo, pero fiel al estilo provocador que ya lo ha vuelto célebre por las razones equivocadas.
Una burla desde la burbuja del poder
Lejos de ser un hecho aislado, este comportamiento se suma a una larga lista de momentos en los que Sandro ha utilizado su posición privilegiada para burlarse abiertamente del pueblo cubano. Desde fiestas rimbombantes hasta carrazos de lujo, pasando por tragos caros y frases desubicadas, su vida digital parece diseñada para restregarnos en la cara la desigualdad brutal que vive el país.
Y mientras él se ríe sin temor a consecuencias, otros jóvenes cubanos han sido condenados solo por opinar en Facebook, subir una canción crítica o compartir un meme incómodo para el régimen. La doble vara es evidente. El apellido Castro sigue siendo un escudo impenetrable, capaz de blindar hasta los mayores disparates.
Privilegio en HD mientras el pueblo sobrevive en modo ahorro
En otra de sus publicaciones recientes, Sandro aparece rodeado de dos hombres corpulentos —con pinta de guardaespaldas— y suelta con tono burlón: “con los Power Rangers”. Otra provocación más, otra muestra de esa burbuja donde vive, alejada por completo de la realidad cubana.
Días antes, dejó otra “joya” en redes sociales cuando, hablando sobre la escasez de medicamentos, lanzó que si una medicina “puede faltar, que falte”. Una frase tan insensible como absurda, especialmente viniendo de alguien que jamás ha tenido que enfrentarse a la angustia de no encontrar un antibiótico para su hijo o un calmante para su abuela.
El bar, la Cristal y la realidad partida en dos
Sus andanzas no terminan ahí. También se le ha visto participando en trends virales mientras derrocha cerveza Cristal frente a su bar EFE, ubicado en pleno Vedado. Todo esto mientras el resto del país lidia con apagones, colas eternas y la eterna lucha por conseguir lo básico.
Sandro no solo parece vivir en otro país; vive en otra dimensión. Una donde los errores no se pagan, donde el cinismo es moda y donde el apellido lo es todo. Su famoso “modo hidropene” no es más que un reflejo de esa Cuba dividida entre los que lo tienen todo… y los que apenas sobreviven.
Y mientras tanto, el pueblo mira, aguanta… y sigue esperando un cambio que, desde la élite, se ve cada vez más lejano.