Miguel Díaz-Canel volvió a prender el ventilador este miércoles desde su podcast Desde la Presidencia, y esta vez le tocó el turno al senador estadounidense Marco Rubio, a quien acusó de liderar una ofensiva “perversa” contra las brigadas médicas cubanas.
Con cara larga y tono encendido, el mandatario cubano soltó que Rubio es “un cínico que presume de ser cubano, pero lo único que ha hecho es buscar cómo dañar a Cuba”. Y todo esto por el empeño del político republicano en frenar los contratos que muchos países tienen con el gobierno cubano para recibir personal de salud en misiones internacionales.
“Quieren destruir una obra noble como la cooperación médica”, dijo Díaz-Canel, como quien defiende algo sagrado. Claro, no hizo ni la menor mención a las múltiples denuncias de médicos cubanos que han hablado de vigilancia constante, restricciones a su libertad y la entrega forzosa de gran parte de su salario al Estado.
Pero desde el Palacio de la Revolución, la narrativa sigue siendo una sola: lo que pasa aquí es culpa del “imperio”.
¿Solidaridad o negocio encubierto?
Para el gobernante, la cruzada de Rubio —y de la línea dura de la política estadounidense— busca tumbar lo que él llama una “fortaleza del socialismo cubano”: la medicina entendida como acto de entrega y humanismo revolucionario. “Nuestra medicina no forma profesionales que se guían por el dinero, sino por mejorar la vida de los demás”, recalcó, con ese tono épico que ya se le conoce.
Sin embargo, hay algo que el discurso oficial se salta siempre: la situación crítica del sistema de salud dentro de Cuba. Hospitales cayéndose a pedazos, falta de medicamentos, colas eternas, y una fuga masiva de médicos buscando un futuro mejor fuera de la isla.
Y mientras todo eso pasa aquí, miles de galenos cubanos están repartidos por medio mundo trabajando bajo contratos que ellos no negocian, en países que pagan cifras considerables, pero de las que la mayor parte termina en manos del gobierno.
“Si nos quitan los médicos cubanos, ¿quién nos atiende?”
En medio de su intervención, Díaz-Canel se lanzó con una anécdota un tanto misteriosa: supuestamente, un país del Caribe le dijo a Estados Unidos que solo aceptaría el retiro de los médicos cubanos si le garantizaban el reemplazo. No dijo cuál país, ni cuándo, ni dio pruebas. Pero lo soltó como prueba de que la colaboración médica cubana sigue siendo valorada.
No es la primera vez que el mandatario intenta vender la imagen de una Cuba sitiada, atacada por el imperio, pero heroica. Una isla donde la medicina no es solo un servicio, sino una bandera ideológica, un símbolo de lucha y resistencia.
¿Y Marco Rubio?
Del otro lado del charco, Marco Rubio ha sido uno de los principales promotores de sanciones contra los países que contratan estas brigadas, argumentando que se trata de una forma de “esclavitud moderna”. Y no está solo. Varios informes de organismos internacionales han recogido testimonios de excolaboradores que denuncian tratos laborales abusivos y nula transparencia.
La Habana, como siempre, lo niega todo. Acusa a la derecha internacional, al exilio, a los medios “enemigos”. Pero cada vez más voces dentro y fuera de Cuba se preguntan: ¿hasta qué punto esta “solidaridad médica” es realmente solidaria… y hasta qué punto es un negocio redondo?
En medio de la bronca, lo que no se ve claro es cómo se piensa resolver la crisis sanitaria dentro del país, mientras los médicos siguen saliendo y la medicina, que antes era orgullo nacional, hoy está en cuidados intensivos.
