El congresista republicano Mario Díaz-Balart está moviendo fichas en Washington y no precisamente en silencio. En una reciente entrevista con Gloria Ordaz en el espacio Encuentro Virtual de Telemundo 51, dejó claro que está en conversaciones con el equipo de Donald Trump para buscar una solución legal para quienes llegaron a Estados Unidos y quedaron marcados con el famoso y temido formulario I-220A.
Con ese tono serio pero directo que lo caracteriza, el legislador de la Florida soltó la bomba: “Estamos hablando con la administración para lograr un camino hacia la legalización de los que tienen el I-220A”. Una frase que, para muchos migrantes cubanos en el limbo legal, sonó como un rayo de esperanza en medio del apagón.
El formulario que atrapa a miles
El I-220A es ese papel que te entregan al ser liberado por ICE bajo supervisión, pero sin darte claridad sobre tu destino migratorio. Ni te deportan ni te legalizan. Y así hay miles de cubanos varados, sin permiso de trabajo, sin papeles, y con el alma en vilo, esperando una solución que no llega.
Este anuncio de Díaz-Balart no cayó en saco roto. Llega justo cuando la comunidad cubana en Estados Unidos se organiza para protestar en Washington D.C., marcando los primeros 100 días del nuevo mandato de Trump. Una manifestación que busca visibilizar el abandono legal que sufren y exigir respuestas concretas.
Más presión para La Habana
Pero Díaz-Balart no se quedó solo en el tema migratorio. En el mismo programa, volvió a la carga contra el régimen cubano, dejando claro que su línea dura no cambia. Según él, mientras el gobierno de la isla no haga “cambios reales y democráticos”, lo mejor es cerrar el grifo: menos remesas, menos viajes, menos oxígeno para un sistema que —según sus palabras— vive de las divisas de sus emigrados.
“No se puede seguir alimentando una dictadura que oprime a su pueblo. Las remesas y los viajes solo fortalecen a quienes no quieren cambio”, afirmó sin pelos en la lengua.
Una comunidad entre la desesperación y la espera
Desde hace meses, los cubanos con I-220A han elevado su voz: organizan protestas, lanzan campañas en redes, presentan demandas, y no dejan de presionar al Congreso. Viven sin certezas, sin estatus, y sin garantías. Son miles los que entraron por la frontera pensando en una nueva vida, y terminaron en un limbo migratorio del que no logran salir.
El gesto de Díaz-Balart puede marcar un antes y un después, siempre y cuando logre apoyo suficiente dentro de la administración y del Congreso. Porque una cosa es tener la intención, y otra muy distinta es convertirla en ley, sobre todo con un panorama político tan impredecible como el de hoy.
Lo cierto es que el tema está sobre la mesa. Y para muchos cubanos atrapados por el I-220A, esta puede ser la señal que llevaban tiempo esperando.
