Lo que debía ser una noche de puro vacilón y reguetón encendido en el Watsco Center de Miami el pasado 12 de abril, terminó convirtiéndose en una novela digital con tintes legales. En pleno concierto de Charly & Johayron, los presentes quedaron boquiabiertos cuando apareció en escena un holograma hiperrealista de El Taiger, el reguetonero cubano fallecido en 2022.
La proyección parecía sacada de una película futurista, y por unos segundos, el público se dejó llevar por la nostalgia y la emoción. Gritos, aplausos, celulares al aire… hasta que la adrenalina bajó y comenzaron las interrogantes: ¿Quién autorizó esto? Y ahí mismo se armó el salpafuera.
Resulta que la familia del artista no tenía ni la menor idea de que esto iba a pasar. La madre de una de las hijas de El Taiger, que vive en Cuba, fue una de las primeras en levantar la voz y anunciar acciones legales. No se quedó callada. Poco después, su abogada también salió al ruedo y dejó claro que los organizadores sabían muy bien las consecuencias de usar la imagen de José Manuel sin permiso. “No respetaron su memoria”, dijo, tajante.
Lo curioso es que el holograma no fue parte oficial del espectáculo. Según se supo después, Charly & Johayron no tuvieron nada que ver con esa aparición. Ellos solo estaban en su show, echando candela como de costumbre, cuando de pronto el difunto Taiger apareció proyectado en la pantalla. Aquello se viralizó en las redes más rápido que un apagón en La Habana.
Y como si fuera poco, apareció en Instagram Mauriel López, el creador del holograma, que decidió romper el silencio. El tipo dijo que no cobró ni un kilo por lo que hizo. “Lo hice de corazón”, comentó en su video, asegurando que todo fue un tributo sincero, sin fines comerciales. Según él, el público ni lo esperaba, ni estaba anunciado.
Pero la familia no lo ve con esos ojos. Para ellos, se cruzó una línea: la del respeto, la propiedad intelectual y los derechos de imagen. Usar a un artista fallecido de esa forma, sin contar con el consentimiento de los suyos, es un tema delicado que va mucho más allá de si fue con buenas intenciones o no.
López no se quedó quieto y le tiró con todo a la posible demanda, llamándola una “ridiculez” y defendiendo su trabajo como un gesto espontáneo, artístico, sin fines de lucro ni agenda promocional. Pero, aunque él vea el asunto como algo inofensivo, la familia está parada en la raya.
Este lío ha abierto un debate necesario sobre los límites de la tecnología y cómo se maneja la memoria de figuras públicas en la era de la inteligencia artificial. Porque, aunque la tecnología permita revivir voces e imágenes, ¿hasta dónde es válido hacerlo sin consentimiento?
Mientras el caso sigue dando vueltas y recogiendo titulares, lo cierto es que la polémica no ha hecho más que empezar. Y en medio de todo, queda la imagen de El Taiger, flotando entre la nostalgia, el arte y el reclamo de justicia.