Con más sombras que gente y bajo un cielo amanecido, el régimen cubano intentó conmemorar este miércoles el aniversario 64 de la proclamación del carácter socialista de la Revolución. El acto tuvo lugar en la simbólica esquina de 23 y 12, en pleno Vedado habanero, pero lo que debía ser una celebración de masas terminó pareciendo un mitin sin eco, con más funcionarios que pueblo.
El mismísimo Miguel Díaz-Canel encabezó el acto, rodeado de dirigentes del Partido Comunista, jefes militares y burócratas. La convocatoria, sin embargo, no logró arrastrar multitudes, a pesar de la importancia simbólica que se le intenta atribuir a esta fecha en la narrativa oficial.
“Unidad”, repite el discurso, pero no se ve en la calle
A través de sus redes, la Presidencia de Cuba publicó imágenes del acto, y Díaz-Canel no tardó en subirse al carro con un mensaje en tono épico: “Hace 64 años, en esta misma esquina, el pueblo enardecido, fusiles en alto, junto a Fidel, juró defender la patria socialista”. Pero lo cierto es que la esquina lucía más vacía que fervorosa, y la comparación con aquel abril de 1961 deja en evidencia cuán lejos están hoy de ese espíritu revolucionario que tratan de resucitar.
El presidente recordó además que este 16 de abril también se celebra el Día del Miliciano y del Partido Comunista. Una triada de conmemoraciones que, si alguna vez movió pasiones, hoy apenas mueve a nadie más allá de los comprometidos por planilla.
La calle habla bajito, pero dice mucho
Aunque el régimen intente vender unidad y continuidad, la realidad pinta otra cosa. El pueblo cubano está agobiado, cansado y descreído. Ya no hay entusiasmo por los desfiles ni por los discursos reciclados. Las imágenes del acto hablan solas: un evento apagado, con asistencia raquítica, donde el pueblo brilla por su ausencia.
Y no es nuevo. Tras la llamada “Marcha del Pueblo Combatiente” en diciembre, las redes sociales estallaron de críticas. Muchos dijeron lo que ya se sabe en voz baja: que esos eventos son “obligatorios”, que la gente asiste con cara larga y barriga vacía. “Van con hambre y desesperanza. A esa marcha solo asisten los obligados”, decía uno de los tantos comentarios que circularon.
Aunque el gobierno infló las cifras, diciendo que medio millón de personas participaron, los videos y fotos que circularon mostraban otra historia, mucho más discreta y silenciosa. Y eso dejó en evidencia no solo la falta de entusiasmo, sino la desconexión total entre el discurso oficial y la calle real.
Una narrativa que ya no emociona a nadie
Lo de este miércoles no fue una excepción. Más bien confirma lo que ya es tendencia: la propaganda no logra tapar el hartazgo generalizado. En un país golpeado por los apagones, la inflación y la falta de comida, los cubanos tienen otras prioridades que ir a aplaudir consignas vacías.
La Revolución, que alguna vez movilizó masas y encendió pasiones, hoy se conmemora entre bostezos, ausencias y un pueblo que mira para otro lado. Cada vez son menos los que compran el discurso de «unidad, continuidad y resistencia». Porque la unidad no se impone con megáfonos ni con actos simbólicos: se construye con respeto, pan en la mesa y luz en las casas.
Y mientras tanto, allá en 23 y 12, bajo el mismo cielo donde hace 64 años retumbaban fusiles y vítores, hoy lo que se escucha es un silencio incómodo, ese que nace cuando ya no queda fe, ni azúcar, ni futuro en los bolsillos.