En la noche de este martes, un accidente de tránsito volvió a sacudir las carreteras de Holguín, dejando varios heridos y reviviendo las alarmas sobre el peligro del transporte rural en Cuba. Esta vez, el protagonista fue un jeep Willys, de esos que aún ruedan por nuestras tierras como si el tiempo no pasara, pero que cada vez muestran más los achaques.
El siniestro ocurrió entre Sagua de Tánamo y Mayarí, en un tramo de la comunidad de Carpintero. La zona es conocida por tener la vía angosta y sin mucha visibilidad cuando cae la noche. Según los que presenciaron el suceso, el jeep se descontroló y terminó volcado, con piezas regadas por todos lados y la carrocería hecha trizas.
Las fotos que compartió en Facebook el usuario Loidel Gainza hablan por sí solas. El jeep quedó completamente destrozado: sin frente, con el techo aplastado y los asientos tirados como si una mano gigante los hubiese zarandeado. Fue un vuelco duro, de esos que no se olvidan.
Hasta el momento, no hay noticias de fallecidos, por suerte. Pero sí se sabe que varios pasajeros resultaron heridos y fueron llevados de inmediato a centros médicos cercanos. Las autoridades, por ahora, se han mantenido en silencio, sin soltar cifras ni detalles sobre el estado de los lesionados.
Lo que sí vuelve a quedar claro es algo que ya no se puede esconder bajo la alfombra: el transporte en las zonas rurales está en crisis. Muchos de estos vehículos, como los Willys, siguen rodando a pesar de estar al borde del colapso mecánico, por carreteras que tampoco están para cuentos, sin buena iluminación ni señales claras. Es una combinación que, más que peligrosa, es mortal.
Y no es un caso aislado. Los Willys han sido protagonistas de varios accidentes en los últimos tiempos. En julio de 2023, una joven perdió la vida tras el vuelco de uno de estos jeeps en Mayarí. En agosto, otro chocó contra una moto del MININT en La Habana. Y en marzo de este año, uno se metió en una colisión con un pisicorre turístico en plena capital.
Estos vehículos, que llegaron a la isla entre los años 40 y 50 con un espíritu militar y agrícola, se convirtieron con el tiempo en el caballo de batalla de los campesinos y boteros del campo cubano. Pero aunque son resistentes y duros, el tiempo les ha pasado por encima. Muchos ruedan hoy con piezas adaptadas, soldaduras caseras y milagros mecánicos que apenas aguantan el trajín del día a día.