La cosa está fea en Sancti Spíritus. La empresa estatal Río Zaza, que solía ser una de las grandes del sector lácteo en Cuba, tiene una deuda millonaria con los productores. ¿El resultado? La producción de leche está casi detenida y los más afectados son los de siempre: niños, embarazadas y personas con dietas médicas. Sí, justo los que más la necesitan.
Según el periódico oficial Trabajadores, esta bomba de tiempo empezó a explotar a finales de 2024, cuando una cadena de impagos comenzó a arrastrar a todo el sistema: campesinos, industrias, cooperativas… todo el mundo quedó atrapado en un “efecto dominó” de deudas, promesas rotas y falta de insumos.
El director de Río Zaza, Alberto Cañizares Rodríguez, explicó que lograron cobrar algo para pagar octubre y noviembre. Pero diciembre quedó en el aire porque el crédito bancario que recibieron no puede usarse para pagar deudas del año anterior. O sea, todo sigue igual o peor.
Y por si fuera poco, Río Zaza también está esperando que le paguen casi 200 millones de pesos otras empresas estatales como el Grupo Empresarial de Comercio de Sancti Spíritus y los complejos lácteos de La Habana y Artemisa. Todos se deben entre sí, pero nadie paga. Y mientras tanto, la leche brilla por su ausencia.
Lo más duro es que, según los datos, en 2024 se recogieron 27 millones de litros de leche. Siete millones fueron “sobrecumplimiento”. Pero en vez de usar esa leche para generar ingresos con derivados como yogur o queso, todo se fue para el llamado “encargo estatal”. Resultado: más pérdidas.
El mismo Cañizares lo dijo clarito: “Perdemos más de 30 pesos por litro”. La leche subsidiada se vende a 39 pesos, pero llevarla a las bodegas cuesta 45. Y la leche extra se paga a 70. Nadie gana, todos pierden.
Con este panorama, muchos productores están vendiendo su leche por la izquierda. El mercado informal paga mejor, y lo hace en efectivo. ¿Quién va a dejar pasar eso si el Estado no paga y encima complica el cobro con trámites y distancias absurdas?
Campesinos como Modesto Ibarra y Luis Caraballé contaron que ni siquiera tienen acceso fácil al dinero porque las cajas bancarias están a kilómetros, y sin teléfono ni transporte, están atados de pies y manos. La burocracia, como siempre, mata cualquier buena intención.
Y como si no fuera suficiente, la sequía, el hurto de ganado y la falta de efectivo agravan aún más el problema. Algunos han tenido que procesar su propia leche o venderla directamente para no perderlo todo.
Algunas cooperativas han intentado mantener a flote la producción usando sus propios fondos para pagarle a los productores. Pero sin liquidez real, eso es solo un parche en una tubería rota. La presidenta provincial de la ANAP lo dijo en pleno Congreso: “Cumplir propósitos no puede depender solo de la conciencia campesina, sino de incentivos reales”.
Desde finales de 2023, la industria láctea en Cuba ha venido mostrando señales de colapso. En noviembre, el ministro de la Industria Alimentaria confesó que no había suficiente leche para abastecer a toda la población. Y en diciembre, la cosa se puso peor: el gobierno anunció que solo se entregaría leche en polvo a niños de 0 a 6 años. Nada para embarazadas ni enfermos.
En algunos lugares como Ciego de Ávila, la falta de leche fue tan grave que la sustituyeron por “refresco vitaminado” en la dieta infantil. Sí, leíste bien. ¿Nutrición? ¿Qué es eso?
Y para calmar los ánimos, el régimen salió en febrero con la típica amenaza: “Vamos a sancionar a los responsables”. Pero ni una palabra de cómo van a pagarle a los campesinos o mejorar el sistema.
Al final, todo se resume así: sin leche, sin pagos, sin incentivos y sin rumbo. Pero con promesas y discursos, eso sí, que no falten.