Lo que le faltaba al transporte público habanero: el ómnibus 8421 de la ruta P8 terminó fuera de combate tras ser atacado mientras hacía su recorrido habitual. El cristal trasero de la puerta fue reventado por manos desconocidas y, como era de esperarse, la guagua quedó inservible.
La unidad pertenece a la UEB Terminal Bahía y, según confirmó Transportación Habana TH, el incidente ocurrió durante «la confronta», o sea, en plena noche, cuando el día ya se acaba y la paciencia de los pasajeros también.
“Esto no solo rompe un vidrio, rompe la confianza de los que aún creemos en este proyecto”, escribieron indignados desde la entidad en sus redes sociales. El daño, aunque solo fue material, deja otra cicatriz en un sistema que ya está respirando por la herida.
Una guagua menos, mil problemas más
Este nuevo acto vandálico es solo otra piedra (literalmente) en el camino de un transporte urbano que vive al borde del colapso. Las guaguas, maltratadas por el tiempo y la falta de piezas, se caen a pedazos entre calor, empujones y esperas eternas.
Cada vez que una se rompe o queda fuera de servicio, la cosa se pone más tensa en las paradas, donde la gente se amontona con cara de guerra y sin mucha esperanza de llegar a tiempo a ningún lado. Aunque esta vez no hubo heridos, el susto, la incomodidad y la impotencia se quedan viajando gratis con los pasajeros.
Y lo peor es que no se trata de un caso aislado. Desde marzo, los ataques a guaguas en La Habana han ido en aumento, pintando un panorama bastante oscuro para un servicio que ya estaba en crisis.
Una racha violenta que no para
El 22 de marzo se reportó un ómnibus apedreado. Y no pasó ni una semana cuando, el 28 y el 29, se repitieron los hechos, como si tirar piedras se hubiera vuelto moda. Algunos testigos aseguran que no es simple vandalismo, sino una forma de desahogo ante el descontento acumulado por un transporte que no da abasto ni en sueños.
La cosa subió de tono el 13 de abril, cuando una pelea dentro de una guagua terminó con cristales rotos y gritos que helaron a los presentes. Para muchos, estos episodios son reflejo del nivel de frustración y violencia que ya se respira a diario en las calles.