En medio del despelote que hay con las medicinas en Cuba, una farmacia clandestina fue desbaratada por la policía en Cumanayagua, Cienfuegos, donde, según dicen, se vendían medicamentos controlados como si fueran caramelos.
La redada la reportó el perfil oficialista Las Cosas de Fernanda, que publicó fotos y detalló que el operativo se llevó a cabo en una casa que supuestamente funcionaba como botica informal. Ahí encontraron de todo: pastillas de producción nacional, algunas con efectos que hacen volar la cabeza, y otras que solo deberían circular bajo receta médica.
Los medicamentos, según el reporte, se vendían a precios que hacían llorar el bolsillo. Y claro, esa fue la excusa perfecta para justificar el show policial. Lo que no mencionaron ni por asomo es lo que todo el mundo sabe: las farmacias estatales están peladas. Esa escasez brutal ha hecho que la gente se busque la vida como puede, aunque eso signifique operar por la izquierda.
“La guerra está pactada a cero tolerancia”, soltaron en tono de amenaza, dejando claro que no piensan aflojar en su cruzada contra la venta y consumo de medicamentos fuera del circuito oficial.
Pero la realidad cubana es más compleja que un simple operativo. Cuando no hay ni un paracetamol en la farmacia de la esquina, surgen redes informales como hongos después de la lluvia. Y sí, muchas veces son ilegales, pero también son el único salvavidas para miles de personas enfermas.
Desde que arrancó el 2025, el régimen ha metido el pie en el acelerador con esta campaña, armando operativos por todo el país. En febrero, por ejemplo, se encontraron con tremendo arsenal farmacéutico escondido en una casa de Manzanillo, Granma. Lo que había allí parecía el inventario de un hospital entero: antibióticos, analgésicos, jeringuillas, guantes, sueros, psicofármacos… todo sin un solo papel en regla.
Un mes más tarde, agarraron a un muchacho en plena calle de La Habana Vieja con el bolso lleno de medicamentos: amoxicilina, enalapril, paracetamol, permetrina, y hasta globetazol. Lo pescaron vendiendo como si fuera lo más normal del mundo, mientras los hospitales siguen vacíos de recursos.
En Holguín también hicieron de las suyas. Allí arrestaron a un hombre con un arsenal de psicotrópicos en su poder, incluyendo amitriptilina y trifluoperacina, sustancias que las autoridades comparan con drogas por sus efectos y potencial adictivo.
Y en Pinar del Río la cosa se puso más fea todavía. Un enfermero del hospital provincial, junto a una mujer que le hacía la segunda, fue sorprendido con medicamentos e insumos robados directamente del centro de salud. Entre lo incautado había desde ampollas y blísteres hasta cremas y jeringas. El escándalo levantó tremendo revuelo: ¿cuántos pacientes se quedaron sin tratamiento por culpa de ese robo?
La campaña de “cero contemplación” sigue viento en popa, pero los problemas de fondo siguen sin resolverse. Mientras las farmacias estatales sigan vacías y la salud pública siga tambaleándose, la gente seguirá buscando alternativas, legales o no. Porque cuando de salud se trata, la necesidad pesa más que cualquier decreto.
