Miguel Díaz-Canel, ese que muchos llaman el rey de los apagones, volvió a salir en cámara con uno de sus ya clásicos recorridos “motivacionales”. Esta vez, el escenario fue un polvoriento taller en Marianao, donde se metió entre chispas y óxido para “supervisar” la reparación de tuberías en la Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas (EMCE).
Entre saluditos ensayados y miradas profundas de “preocupación revolucionaria”, el mandatario se paró frente a los obreros que cortaban y soldaban piezas metálicas como si de ahí dependiera que el país volviera a prender una bombilla.
Una escenita que parecía más sacada de una película de ciencia ficción soviética que de un plan energético serio.
Le hablaron del “economizador de salida”, del “sobrecalentador colgante”, del “flushing” y de ciclos de mantenimiento que, en buen cubano, suenan a puro cuento largo mientras la gente sigue sin luz. Porque, según el discurso oficial, el problema no es que el sistema esté hecho leña ni que falte inversión, el culpable es un tubo atascado.
Apagones de hasta 20 horas y ni una protesta, gracias a una receta conocida: represión dura, multas a diestra y siniestra, y cárcel para quien levante la voz. Aun así, el presidente se planta entre hierros herrumbrosos como si de ahí fuera a salir el renacer eléctrico de la patria.
Una Cuba oscura, pero con tubos bien chequeados
Mientras en el taller de Santa Cruz del Norte anuncian con orgullo que están sacando cuatro elementos tubulares al mismo tiempo —además de un recalentador y un sobrecalentador colgante—, en las casas se calienta el café con carbón y el ventilador es un lujo de otro mundo.
Todo un “logro laboral” que en otro contexto merecería aunque sea una jabita, si no fuera porque la mitad de la Isla vive apagada y desde el Gobierno ya han dejado claro que quieren borrar los subsidios “excesivos” y acabar con las “gratuidades indebidas”.
Como no podía faltar, Díaz-Canel cerró su paseo con una frase de esas que suenan a consigna sin sustancia: que estas piezas “representan mucho” para reducir los tiempos de afectaciones. Pero claro, cuando uno recuerda que en Felton en febrero solo habían limpiado una cuarta parte de los tubos y que la termoeléctrica se ha caído más veces que el Internet en La Habana, la frase suena más a deseo que a realidad.
Mientras tanto, Cuba sigue a oscuras. Pero bueno, los tubos… ya están supervisados.