La vibrante tiktoker @anita.cubanita64 nos colgó del brazo para llevarnos a su primera aventura en las famosas Cuevas de Bellamar, ese rincón de Matanzas que parece sacado de un cuento de hadas… aunque esta vez el cuento comenzó a oscuras.
«Mi corazón, ven acércate que te voy a mostrar este pedacito de Cuba que enamora, aunque como siempre, la corriente eléctrica nos dejó plantados», dice Anita entre risas mientras su teléfono intenta iluminar la entrada de las cuevas.
Un paseo entre sombras y soluciones creativas
El clásico problema de la falta de electricidad casi arruina el tour, pero gracias a un heroico panel solar – el verdadero MVP del día – al menos pudieron recorrer la parte superior de las cuevas. «Esto es el pan nuestro de cada día, ya uno viene preparado psicológicamente», comenta con esa mezcla de humor y resignación que solo los cubanos entendemos.
A pesar del contratiempo, Anita salió encantada del lugar: «Nunca en mi vida había estado dentro de una cueva, y la verdad es que me voló la cabeza». Entre las maravillas que mostró en su recorrido estaban el pequeño museo geológico con esas formaciones rocosas que parecen esculturas naturales, el ranchón de comida criolla – porque después de tanto caminar el estómago pide su derecho – y hasta un parque infantil para los más chiquitos de la familia.
Secretos que guardan las piedras
Estas cuevas no son cualquier atracción turística: son Monumento Nacional y tienen el orgulloso título de ser el sitio turístico más antiguo de Cuba. Su descubrimiento fue pura casualidad en 1861, cuando un trabajador agrícola se topó con este mundo subterráneo. Hoy, con sus 23 kilómetros de túneles (aunque solo se recorren 700 metros en la visita guiada), guardan historias fascinantes en cada rincón.
Las formaciones de carbonato de calcio crean paisajes surrealistas, y los expertos han encontrado hasta restos de animales prehistóricos entre sus galerías. ¡Imagínense cuántos secretos habrán visto estas paredes a través de los siglos!
Comentarios que despertaron nostalgia
El video de Anita fue como abrir una caja de recuerdos para sus seguidores:
«Ay, mi vida, esto me trae memorias de cuando mi abuela me llevaba de pequeña», escribió una usuaria con el corazón en la mano. Otro comentó entre risas: «En los 90 ahí hasta cumpleaños se celebraban, qué tiempos aquellos». Y no faltó quien mandó buenos deseos: «Ojalá la próxima vez la luz coopere para que disfrutes el paseo completo».
¿Merece la pena la visita?
Anita lo dejó claro con su entusiasmo contagioso: «Si andas por Matanzas, esto es parada obligatoria». Eso sí, su experiencia nos dejó algunos tips útiles: calzado cómodo porque hay que caminar, una linterna por si la electricidad decide hacer de las suyas, y sobre todo, muchas ganas de maravillarse con este regalo de la naturaleza.
