En plena noche sabatina, mientras medio mundo descansaba o resolvía la cena, un operativo sorpresa del MININT sacudió la tranquilidad de Habana Nueva, en Guanabacoa. Allí, según reportó el conocido perfil de Facebook Guerrero Rojo, cayó un presunto traficante de “químico”, esa droga sintética que ya tiene a las autoridades con los pelos de punta.
Al principio parecía que el hombre no cargaba nada sospechoso encima, pero una requisa más detallada sacó a relucir varios papelitos con la sustancia, bien escondidos dentro de un frasquito. Un hallazgo que, aunque pequeño, prende otra vez la alarma sobre el avance de estas sustancias en los barrios de la capital.
El “químico” corre suelto, y no hay quien lo frene
Este caso no llega solo. En los últimos meses, el tema del “químico” ha tomado fuerza en zonas vulnerables de La Habana, donde los puntos de venta clandestinos aparecen como hongos después de la lluvia. A pesar del aumento de operativos y controles policiales, la droga sigue encontrando su camino, sobre todo en comunidades con pocas alternativas para la juventud.
No hay que ir muy atrás para recordar lo que pasó en marzo en Luyanó, donde una pintada enorme con la frase “Aquí se vende químico” apareció de la nada en plena calle Pérez. El mensaje, tan directo como preocupante, provocó todo tipo de comentarios entre vecinos y curiosos. Algunos pensaron que era una denuncia anónima, otros creyeron que era una advertencia entre bandas, y no faltó quien lo viera como una burla a las propias autoridades.
Aunque la pintada fue borrada con rapidez, el silencio oficial ante el hecho solo echó más leña al fuego. Y es que, en medio del desconcierto, muchos se preguntan hasta dónde se ha colado esta sustancia y qué tan serio es el problema.
Una cruzada oficial que no convence a todos
Días antes de aquel grafiti, el gobierno puso en marcha el Tercer Ejercicio de Prevención y Enfrentamiento a los Ilícitos de Drogas, una especie de campaña nacional con juicios públicos, charlas escolares, controles en carreteras y presencia policial en los barrios. Participaron desde el Ministerio de Salud hasta los CDR, con el objetivo de apretar las tuercas.
Sin embargo, las opiniones están divididas. Mientras las autoridades aseguran estar reforzando la vigilancia, muchos en la calle ven estas acciones como un simple parche sobre una herida que necesita cirugía.
Especialistas y ciudadanos coinciden en algo: las respuestas del Estado llegan tarde y se quedan cortas. En vez de anticiparse al problema, reaccionan cuando ya explotó. Y mientras eso pasa, el consumo entre jóvenes crece, los vendedores se multiplican, y las drogas se siguen colando por todas las grietas del sistema.
Un problema más profundo que una redada
La realidad es que el auge del “químico” y otras sustancias no es casualidad ni novedad. Es el resultado de años de abandono social, donde la falta de oportunidades, el deterioro de servicios y la desconexión institucional han dejado espacio para que estas drogas ganen terreno.
Los llamados Ejercicios de Prevención, por muy visibles que sean, parecen solo un intento por controlar el daño, no por ir a la raíz del asunto. Sin cambios reales en las políticas públicas y en la atención a las necesidades de las comunidades, estos operativos seguirán siendo eso: fuego de artificio.
El arresto en Guanabacoa es, sin dudas, un golpe más contra el narcotráfico en Cuba, pero también un reflejo de lo difícil que está siendo contener una crisis que no para de crecer.
Y mientras tanto, las calles de La Habana siguen siendo escenario de una batalla silenciosa, donde muchos se preguntan si realmente se está ganando algo… o si solo estamos tapando el sol con un dedo.