La Habana vuelve a quedarse a oscuras, y esta vez el culpable fue un incendio en la emblemática Central Termoeléctrica Otto Parellada, conocida de toda la vida como Tallapiedra. El siniestro ocurrió en plena Avenida del Puerto, justo en el corazón de Habana Vieja, y provocó una avería que dejó sin corriente a varios municipios clave de la capital.
Habana Vieja, Centro Habana, Cerro, 10 de Octubre y Plaza de la Revolución se quedaron sin servicio eléctrico, según confirmó la Empresa Eléctrica de La Habana. La entidad aseguró que, una vez sofocado el incendio y chequeadas las afectaciones, trabajarían a todo tren para restablecer la luz lo más rápido posible.
Un ícono que se desmorona
Tallapiedra no es cualquier planta. Es historia viva, aunque ya bastante golpeada por el tiempo. Fue una de las primeras grandes termoeléctricas de América Latina y la primera en Cuba en generar electricidad de manera centralizada. Su fundación se remonta a 1899, bajo el control de una empresa con sede en Nueva York, y empezó a producir energía en 1913, un año antes de que levantaran el edificio que aún hoy se distingue desde muchos puntos de La Habana.
En sus años dorados, la planta era símbolo de modernidad. Arrancó con una capacidad de 25 megavatios en 1914, llegó a 50 en 1923 y siguió creciendo: sumó 60 megavatios en 1945, luego una unidad monobloque en 1957 y otra más potente de 64 megavatios en 1972. Esta última se mantuvo operativa hasta hace poco, a pesar de estar más que exprimida y haber pasado por momentos duros, como el incendio grave que sufrió en 1990.
Con la llegada del régimen en los años 60, la planta fue nacionalizada y rebautizada como Otto Parellada, pero para el pueblo seguía siendo simplemente Tallapiedra, un nombre cargado de nostalgia, historia y ruido de motores.
Un gigante herido
Lo cierto es que desde hace décadas la planta venía en picada. La maquinaria, más vieja que el cuento, sumada a la falta de mantenimiento y al uso constante, terminó por convertir a Tallapiedra en una fuente de molestias más que de energía. Ruidosa, contaminante y cada vez más ineficiente, ya en 2024 había dejado de funcionar por completo. Lo que queda es un cascarón de lo que fue, una reliquia industrial atrapada en el tiempo.
Y ahora, con este nuevo incendio, su deterioro parece haberse acelerado. Lo triste del caso es que el apagón no es solo eléctrico, es también simbólico: la caída de un pedazo de historia habanera que, aunque olvidado por muchos, aún está en la memoria de quienes crecieron viéndola humear y rugir.
Mientras tanto, los habaneros vuelven a enfrentar apagones, calor y frustración. Porque más allá de las causas técnicas, lo que realmente quema no es el incendio… es vivir a oscuras en pleno siglo XXI.