Hasta hace poco más de un año, Juana Orquídea Acanda Rodríguez era una figura pública en Cuba, condecorada en la televisión nacional por su fidelidad al sistema. Pero este sábado, la exjueza de 62 años aterrizó de vuelta en La Habana, no como heroína revolucionaria, sino como una deportada desde Estados Unidos, tras ser acusada de mentir en su proceso migratorio.
La propia Acanda confirmó su regreso a Cuba en una llamada telefónica con el periodista Mario J. Pentón. Con una mezcla de resignación y filosofía barata, comentó: “Estoy bien, ya estoy en mi casa con mi compañero. Viví 21 días en Estados Unidos. No lo conocía, y ahora lo conocí”. Como quien visita otro mundo y vuelve con un souvenir emocional.
“La vida sigue. Todos nos equivocamos”, soltó también, bajándole el tono a una situación bastante más seria. Para el gobierno de EE. UU., la cosa no fue un simple error: fue una falsedad intencional.
Una visa, una omisión y una deportación
Juana Orquídea entró a Estados Unidos por el Aeropuerto Internacional de Miami, con una visa de inmigrante concedida gracias a la reclamación de su hijo, ciudadano estadounidense. Pero la alegría le duró poco.
Según detalló la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), la mujer ocultó datos importantes sobre su carrera como jueza en Cuba y su militancia activa en el Partido Comunista, una afiliación que no es bien vista a la hora de pasar el filtro migratorio.
La agencia confirmó que ella misma admitió haber proporcionado información falsa para poder entrar al país. Y aunque no se ventilaron todos los detalles del proceso, una fuente cercana al caso aseguró que sus vínculos con el gobierno cubano eran directos y bien conocidos.
Las autoridades estadounidenses iniciaron de inmediato su proceso de deportación, y aunque se llegó a hablar de un posible juicio federal, todo acabó con un boleto de regreso a la Isla.
Una entre muchos
El caso de Juana Orquídea no es el único ni el más escandaloso. Son cada vez más los nombres que salen a la luz: exfuncionarios, represores, fiscales y dirigentes que llegan a Estados Unidos por diferentes vías migratorias, desde la reunificación familiar hasta el parole humanitario, esquivando filtros con silencios bien calculados.
Ahí están los ejemplos que mencionó el propio Pentón: Eduardo Enríquez Blanco, exagente del MININT; Rosabel Roca Sampedro, exfiscal en Camagüey; o Liván Fuentes Álvarez, expresidente del gobierno municipal en la Isla de la Juventud, a quien se le negó el acceso por razones similares.
También figura Manuel Menéndez Castellanos, ex primer secretario del PCC en Cienfuegos y viejo colaborador de Fidel, que logró entrar a Miami en agosto del año pasado, sin que muchos entendieran cómo.
¿Quiénes cruzan y por qué?
La historia de Juana Orquídea vuelve a encender el debate sobre quiénes logran llegar a Estados Unidos y bajo qué condiciones. Mientras muchos cubanos enfrentan trabas infinitas o deportaciones relámpago, algunos exrepresentantes del aparato estatal consiguen entrar, a veces incluso sin renunciar públicamente a sus ideales revolucionarios.
¿Se trata de errores del sistema migratorio o de lagunas aprovechadas con habilidad? En cualquier caso, la línea entre “víctima del régimen” y “funcionario del régimen” se vuelve cada vez más borrosa, y con ella, la credibilidad de ciertos procesos migratorios.
Una lección amarga
Juana Orquídea, quien hace poco recibía elogios por su “compromiso revolucionario”, terminó probando las mieles y hieles del sistema estadounidense en apenas tres semanas. Su breve estancia fue, como ella dijo, “una experiencia”. Pero para muchos, fue también un recordatorio de que la verdad —en temas migratorios— no se puede maquillar con frases bonitas ni con currículo ideológico.
En fin, la jueza que una vez dictó sentencias, ahora se convierte en protagonista de una historia que no terminó como esperaba. Y así, la realidad le devolvió el golpe.