La madrugada de este sábado puso punto final a más de 24 horas de angustia en el Cotorro, donde un fuego descontrolado en la vieja cervecería Guido Pérez tuvo a medio barrio en vilo. ¿La buena noticia? Las llamas fueron vencidas. ¿La mala? El susto quedó servido… y con razón.
Una batalla contra el fuego (y contra el tiempo)
El incendio, que comenzó en una nave industrial abandonada, puso a prueba a bomberos de varios comandos, que trabajaron a contrareloj para evitar lo peor: colapsos estructurales y fugas de amoníaco, un invitado nada deseable en esta fiesta de humo y calor.
«A las 4 y pico de la mañana, el fuego dijo ‘hasta aquí llegué’», confirmó la Asamblea Municipal del Cotorro en Facebook. El operativo incluyó drones para vigilar zonas críticas y hasta una grúa desmanteladora para llegar a los rincones más comprometidos. ¡Ah, y un detalle! Las paredes estaban tan calientes que podías freír un huevo encima: 180°C y grietas que daban miedo.
¿Cómo empezó este lío?
La cervecería, cerrada hace décadas, estaba en proceso de convertirse en bodega cuando el destino (o la negligencia) jugó su carta. «Todo apunta a que una chispa saltó al mover estructuras metálicas», explicó un reportero oficialista. El problema? El lugar estaba lleno de tanques de CO₂, amoníaco y licor seco… vamos, una bomba de tiempo.
La primera en sonar la alarma fue una vigilante que olió a goma quemada. Para cuando vio el humo, el fuego ya se estaba haciendo el dueño del lugar.
Evacuaciones y escuelas cerradas: el susto en el barrio
488 personas tuvieron que salir pitando de sus casas, incluyendo una persona encamada y varios niños. Las escuelas cercanas, como la secundaria 9 de Abril y la primaria Guido Pérez Valdés, cancelaron clases por seguridad. Hasta las autoridades del Partido aparecieron por ahí, que cuando se juntan tantos uniformes, ya tú sabes que la cosa es seria.
Por suerte, no hubo muertos ni heridos, pero el barrio respiró aliviado solo cuando las llamas dijeron «adiós». Eso sí, la limpieza y las investigaciones seguirán por días.
Moraleja: ¿Y ahora qué?
Este susto deja claro que las fábricas abandonadas son polvorines. Si a eso le sumamos desmontes sin supervisión, el cóctel es peligroso. Los bomberos dieron el kilo, pero el evento abre preguntas: ¿Dónde estaban los protocolos de seguridad? ¿Quién revisa estos lugares antes de trabajar en ellos?
El Cotorro ya puede dormir tranquilo, pero el recuerdo de esas llamas bailando en la noche no se borrará pronto. Y tú, ¿qué opinas? ¿Fue un accidente o falta de control? Déjanos tu comentario… ¡pero sin prender fuego al teclado! 🔥