Una vez más, la culpa es del norte, según la narrativa oficial del gobierno cubano. Esta vez, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla lanzó dardos directos a Washington, acusando a Estados Unidos de haber incentivado la migración cubana con “fines políticos” desde los tiempos en que Fidel estrenaba uniforme verde olivo.
Con tono acusador y desde su cuenta de Facebook, Rodríguez no se guardó nada: “Estados Unidos ha atraído y protegido a los migrantes cubanos con fines políticos. Es un descaro que ahora quieran hacerse los desentendidos”, escribió, señalando al secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, como uno de los responsables de distorsionar la historia, tanto en su discurso político como en su biografía personal.
Pero no fue solo Rodríguez quien salió al ruedo.
Johana Tablada, subdirectora de la Dirección General de EE. UU. del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex), también cargó contra el “imperio”. Según ella, las sanciones impuestas por figuras como Donald Trump, Marco Rubio y Mike Pompeo han agravado la situación económica en Cuba, haciendo que cada vez más personas opten por largarse.
Tablada argumentó que durante la era Obama, cuando se aflojaron ciertas restricciones y se quitó a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, la migración bajó. Pero todo cambió —según ella— en 2021, cuando Trump metió de nuevo a Cuba en esa lista negra y apretó las tuercas con más sanciones. A partir de ahí, la estampida migratoria se volvió cosa seria.
Ahora bien, los números hablan más claro que cualquier discurso.
Desde 2022, más de 850 mil cubanos han salido del país, lo que representa alrededor del 18% de la población total. Una cifra que mete miedo. Muchos de ellos toman rutas peligrosísimas a través de Nicaragua y Centroamérica, pagando sumas que oscilan entre los 8 mil y los 10 mil dólares, todo por la esperanza de encontrar una vida con luz, comida y oportunidades. Porque sí, lo que está empujando a la gente a irse no es solo la política exterior, sino la situación interna que está al límite.
En la isla, los apagones son el pan nuestro de cada día, la inflación está disparada, los alimentos básicos escasean, los sueldos no alcanzan ni para un cartón de huevos, y desde el 11 de julio de 2021, la represión ha subido varios niveles. Todo eso ha convertido a Cuba en una olla de presión, y el escape ha sido por aire, mar o tierra… como sea.
Mientras desde La Habana siguen apuntando el dedo hacia fuera, cada vez más cubanos deciden que la única salida es irse. Porque cuando el futuro se pone borroso y el presente se vuelve insoportable, no hay discurso que aguante. Solo queda moverse.
