Un cortocircuito en la vieja subestación de Tallapiedra, en pleno corazón de La Habana, desató este sábado un incendio de baja intensidad que, aunque fue sofocado rápidamente por los bomberos, ha dejado a miles de habaneros sin corriente, y parece que la cosa pica y se extiende.
El incidente ocurrió en una subestación soterrada, y aunque las autoridades aseguran que no afecta al Sistema Eléctrico Nacional, la cosa se sintió duro en barrios como Habana Vieja, Centro Habana, Cerro, Diez de Octubre y Plaza, donde se fue la luz de golpe. La Empresa Eléctrica de La Habana salió al paso con un comunicado en Telegram: el apagón fue producto directo del fuego y los técnicos están manos a la obra para devolverle el servicio a los clientes afectados.
Mientras tanto, los vecinos, que ya tienen un máster en sobrevivir sin electricidad, no se sorprenden. Algunos lo tomaron con resignación y otros, con ese humor amargo tan cubano que sirve de escudo: «No escampa, mi hermano, no escampa», escribió uno en redes sociales.
Una reliquia de hierro y humo
La historia de Tallapiedra es larga y llena de energía… literal. Fue una de las primeras centrales eléctricas de Latinoamérica y la primera en Cuba en ofrecer corriente de forma centralizada. Levantada en 1899 por una compañía neoyorquina, empezó a producir luz en 1913, mucho antes de que los carros americanos invadieran las calles de La Habana.
En sus mejores tiempos, era todo un gigante. Empezó con 25 MW en 1914, duplicó en 1923, y siguió creciendo hasta los 64 MW en 1972. Pero como todo lo que se exprime sin descanso y no se cuida, empezó a dar señales de agotamiento. En 1990 sufrió un incendio serio, y aunque siguió funcionando durante décadas, el desgaste la fue dejando sin fuerza.
Con la intervención del gobierno en los años 60, pasó a llamarse Otto Parellada, pero para los habaneros siempre será Tallapiedra. Nombre de barrio, de historia, de recuerdos y de humo. En 2024, finalmente fue desconectada para siempre, convertida en una ruina nostálgica más dentro del paisaje capitalino. Lo que fue símbolo de progreso, terminó siendo una fuente de ruido, hollín y molestias para los vecinos que la rodean.
Más allá del fuego, la rutina del apagón
Aunque este incendio en Tallapiedra fue solo una chispa más en el cableado de la ciudad, revela una verdad incómoda que muchos viven cada día en Cuba: la fragilidad de un sistema eléctrico que no da abasto, y la crónica falta de mantenimiento que sigue dejando zonas enteras sin luz.
Las autoridades repiten que todo está bajo control, que no afecta al sistema nacional, pero en las calles la desconfianza crece más rápido que la hierba mala. Porque una cosa es lo que dicen los papeles, y otra muy distinta es lo que vive el pueblo cuando, a las ocho de la noche, la oscuridad lo traga todo y ni el ventilador ni la nevera ni la bombillita más humilde dan señales de vida.
Tallapiedra se apagó hace tiempo, pero sus problemas siguen encendidos. Como tantas cosas en Cuba, queda el cascarón, pero por dentro ya no queda casi nada. Y mientras los técnicos corren para resolver el último apagón, los habaneros cruzan los dedos y prenden una vela… por si acaso.