En un rinconcito de Punta Gorda, allá en Santiago de Cuba, vive Sonia Rodríguez, una mujer de 69 años con el alma curtida por los años y el sacrificio. Esta cubana de pura cepa ha pasado su vida entera trabajando sin descanso y criando a sus hijos con las uñas, como se dice en buen cubano. Pero a pesar de todo ese esfuerzo, hoy enfrenta una realidad dura: no puede pagar del todo la casita que le dieron después de perderlo todo en el ciclón Sandy.
Fue en el 2012 que aquel huracán lo arrasó todo. Su casa se fue con el viento, literalmente. Desde entonces, Sonia vivió cinco largos años en un albergue, compartiendo lo poco que había con sus hijos. En 2018, por fin le asignaron una vivienda estatal, pequeña y modesta, pero suya. Bueno… casi. Aún le faltan 6 mil pesos cubanos por pagar, y con su salario actual, eso es como subir el Pico Turquino en chancletas.
«Mi salario es pobre», cuenta Sonia en una entrevista que se volvió viral en TikTok. A su edad, uno pensaría que ya estaría jubilada, descansando después de tanto sacrificio. Pero no. Ella sigue fajada, trabajando como custodio en una base de alojamiento, porque su pensión no le alcanza ni para el arroz. «Siempre he sido una mujer luchadora», dice con orgullo, sin quejarse mucho, como buena cubana.
En el video se ve el interior de su casita: paredes desnudas, sin luces ni muebles, sin una silla cómoda donde sentarse o una mesa donde comer tranquila. Cuando le preguntan qué le gustaría tener, su respuesta parte el alma: «Un asientico, una mesita, un platico, un vasito». Cosas que para muchos no significan nada, pero que para Sonia serían un lujo.
Y a pesar de todo eso, Sonia no ha perdido ni el ánimo ni la fe. Con esa fuerza que tienen muchas mujeres cubanas, asegura que si pudiera hablar con la Sonia de antes del ciclón, le diría: «No llores, sé valiente y sigue pa’lante».
Quienes quieran tenderle una mano pueden hacerlo. Sonia vive en Calle Segunda, entre Tercera y 5ª, Edificio Forza 33, Apartamento 4, segundo nivel, barrio Punta Gorda, Santiago de Cuba. También pueden contactarla directamente al +53 56 62 59. Cualquier ayuda, por pequeña que parezca, puede marcar la diferencia en su vida.
Cuando la vejez llega sin garantía
Lo que le pasa a Sonia no es un caso raro en la Cuba de hoy. Cada vez son más los trabajadores y jubilados que no logran cubrir lo básico, aunque hayan trabajado toda la vida. El salario promedio en la isla —que ronda los 4,200 pesos— no alcanza ni para comprar un par de zapatos decentes o un par de libras de arroz en una tienda en MLC.
Mientras el gobierno repite que está “perfeccionando la política social”, la desigualdad sigue creciendo al calor de las tiendas en dólares, que muchos ni sueñan con pisar. En las redes, no faltan los testimonios de profesionales —desde maestros hasta ingenieros— mostrando con tristeza que su sueldo no da ni para llenar una jabita.
La historia de Sonia es la de miles. Gente que ha dado su vida al trabajo, que nunca se cruzó de brazos, pero que al final del camino se encuentra con que vivir dignamente es un privilegio. Su historia resume el drama silencioso de una generación completa que aún sigue luchando, no por lujos, sino por lo más básico: un plato en la mesa, una silla donde descansar, y una vejez que no duela.
Y en medio de tanto abandono, ahí está Sonia, aferrada a su coraje, esperando que alguien escuche su historia. Porque en Cuba, sobrevivir también es una forma de resistencia.