Desde Santa Clara, en el corazón de Cuba, una madre ha hecho lo que cualquier madre haría por su hijo: mover cielo y tierra. Mayelin Valido Tejeda compartió en redes sociales un grito desesperado por la salud de su pequeño Caleb Aguilera Valido, un bebé de apenas cinco meses que hoy lucha por su vida en cuidados intensivos del hospital pediátrico José Luis Miranda.
Caleb no llegó a este mundo con un camino fácil. Nació con hidranencefalia, una condición rara y devastadora donde los hemisferios del cerebro no se desarrollan como deberían, y en su lugar hay líquido cefalorraquídeo. Una batalla cuesta arriba desde el primer respiro, pero este guerrero chiquitico ya ha desafiado todo pronóstico.
“Solo pido ayuda, no tengo cómo conseguirlo”, escribió Mayelin con el corazón en la mano. Lo que necesita su niño es un dispositivo médico llamado derivación ventricular externa, un sistema esencial que drena el exceso de líquido del cerebro hacia el exterior del cuerpo. En palabras más simples, es lo que le permite a Caleb seguir aquí, aferrado a la vida.
Este sistema debe cambiarse cada 15 días para que el tratamiento funcione. El problema es que en Cuba no hay disponibilidad de ese tipo de insumo médico. Caleb fue derivado el 12 de febrero, cuando los médicos detectaron niveles altísimos de proteínas en el líquido cefalorraquídeo, algo que puede derivar en complicaciones gravísimas si no se trata a tiempo.
Mayelin lo ha intentado todo. Ha tocado las puertas de iglesias, ONG, conocidos dentro y fuera de Cuba. Pero la ayuda no llega, y el tiempo corre.
“A mi hijo le daban solo tres días de vida, y ya tiene cinco meses”, dijo esta madre cubana, que no suelta la fe ni aunque el mundo le diga que no hay esperanza. Y es que Caleb, con su cuerpecito frágil y su alma de titán, ha demostrado que todavía tiene mucho por qué luchar.
La historia de Caleb no es solo una historia de dolor, es también un reflejo de las grietas profundas en el sistema de salud pública en Cuba, especialmente cuando se trata de enfermedades poco comunes o necesidades médicas urgentes que requieren recursos escasos o imposibles de conseguir en la Isla.
Pero más allá de lo técnico y lo médico, lo que late fuerte en este caso es el amor de una madre y la voluntad de una familia de no rendirse. “Lo importante es la vida del niño”, cierra Mayelin, con una frase que, aunque sencilla, lo dice todo.