En otro capítulo doloroso de cómo el régimen cubano mete la cuchara hasta en el luto ajeno, la Seguridad del Estado cercó el Cementerio de Colón este miércoles para sabotear una misa en honor al pequeño Damir Ortiz, el niño cubano que falleció en Miami tras años de negligencia médica en la Isla.
La ceremonia, pensada para ser un momento de consuelo y despedida, fue organizada por familiares, activistas y vecinos que solo querían darle un adiós digno al niño. Sin embargo, el homenaje fue interrumpido por un despliegue policial que parecía más bien un operativo de película.
Patrullas por aquí, agentes por allá… como si en vez de una misa se tratara de una conspiración. Y lo más triste: personas que querían asistir fueron detenidas o simplemente bloqueadas, como le pasó al activista “Turis”, quien ni siquiera pudo entrar al camposanto.
El momento quedó grabado y fue difundido por la activista Idelisa Diasniurka Salcedo Verdecia, quien denunció lo sucedido con impotencia: “¡Muchas personas no pudieron entrar! ¿Por qué? Aquí lo tienen: acaban de llevarse preso a Turis.”
Desde las afueras del cementerio, el propio Turis transmitió en vivo la represión que vivía en carne propia:
“Esto está lleno de patrulleros, no dejan pasar a nadie. Es una falta de respeto total”, denunció mientras lo rodeaban los agentes.
Ni siquiera llorar dejan
La represión no terminó en la entrada del cementerio. En los barrios también se activaron los chivatientes de turno. La activista Lara Crofs denunció que fue literalmente “encerrada” en su propia cuadra para impedir que saliera a la misa.
“Me pusieron un operativo frente a la casa. No me dejaban salir. El nuevo oficial de la Seguridad del Estado, que parece ser regional, estaba al mando”, contó en sus redes, acompañando el post con fotos de las patrullas apostadas como perros guardianes.
Con el corazón en la mano, añadió: “Esto no se trata de mí. Se trata de un pueblo que solo quiere mostrar respeto y empatía.”
Y, aun así, la misa se hizo.
La abuela de Damir, Mercedes Báez, logró llegar con ayuda de un cuidador y fue recibida con cariño por quienes sí lograron pasar el cerco. El padre Jorge Luis, con voz temblorosa y entre oraciones, presidió una ceremonia cargada de tristeza, pero también de unión y dignidad.
“Señor, ten piedad”, se escuchó entre los presentes, en una súplica que iba más allá del caso de Damir y hablaba por todos los niños enfermos de Cuba, víctimas de un sistema que hace agua por todos lados.
Una muerte que no debió pasar
Damir falleció en el Nicklaus Children’s Hospital de Miami, adonde llegó después de una batalla titánica liderada por su madre. Durante años, denunció la falta de medicamentos, los errores médicos y el abandono institucional que sufrió su hijo en Cuba.
Gracias al apoyo de cubanos dentro y fuera del país, y a campañas en redes sociales, lograron sacarlo de la Isla. Pero el tiempo jugó en contra. Damir llegó a Miami en estado séptico, cargando con una bacteria resistente adquirida en Cuba, que terminó quitándole la vida.
Hoy, su historia resuena como una herida abierta que deja al descubierto la grave crisis del sistema de salud cubano. Un sistema que no solo falla en salvar vidas, sino que además silencia el dolor.
Reprimir el cariño, censurar el luto
Lo más desgarrador es que ni el dolor ha quedado libre del control del régimen. Lo que debió ser un acto de recogimiento y humanidad, se convirtió en un campo de vigilancia y represión.
“Esto no era un mitin ni un acto político. Era una misa. ¿Qué daño puede hacer una oración por un niño muerto?”, se preguntó un usuario en redes, con una mezcla de rabia y tristeza.
En Cuba, llorar también es un acto de valentía. Y la misa por Damir Ortiz lo dejó claro: cuando la dictadura se mete hasta en el cementerio, es porque ya no le queda ni un gramo de humanidad.