Un nuevo escándalo sacude al sistema de salud mental en la Isla. Esta vez, el epicentro es el hospital psiquiátrico de Santa Clara, donde un video filtrado en redes sociales muestra a un paciente siendo agredido brutalmente por un asistente, en plena sala y delante de otros internos.
El material fue compartido por el internauta Rubén Carrillo en su cuenta en X (antes Twitter), quien aseguró que este tipo de abusos «pasa más a menudo de lo que uno se imagina» en esa institución. Por razones de seguridad, decidió eliminar el audio original del video para proteger la identidad de su fuente.
En las imágenes, que se han vuelto virales, se ve claramente al trabajador mientras golpea al paciente en lo que parece ser un momento de crisis emocional. El ambiente es tenso, deshumanizante. Y lo más alarmante es que todo ocurre ante la mirada pasiva de otros enfermos, en una sala que, por lo que se alcanza a notar, luce deteriorada y sin condiciones mínimas de dignidad.
Este hecho ha encendido nuevamente las alarmas sobre la situación crítica que viven muchos pacientes psiquiátricos en Cuba. Más allá del caso puntual, el video deja al descubierto un sistema roto, sin vigilancia real ni protocolos eficaces para proteger los derechos de los más vulnerables.
Pero este no es un caso aislado.
Hace apenas unos meses, otra denuncia estremeció las redes: la madre de un paciente internado en el Hospital Psiquiátrico “Luis Ramírez López” de Guantánamo reveló que el equipo de terapia electroconvulsiva lleva meses fuera de servicio, lo que ha empeorado los trastornos de muchos pacientes. Según relató, el ambiente dentro del hospital es cada vez más violento, y los enfermos se agreden entre ellos mientras los trabajadores responden con la misma moneda: a golpes.
La madre incluso mostró imágenes de heridas sufridas por algunos internos. Contó que ha tocado todas las puertas posibles, incluso la del ministro de Salud Pública, pero sus reclamos han caído en saco roto.
Poco después, y como para calmar las aguas, apareció en TikTok un video grabado dentro de ese mismo hospital de Guantánamo. Todo parecía ordenado: camas hechas, jardines cuidados y pacientes paseando tranquilos. Pero la mayoría no se tragó el cuento.
«Eso fue para impresionar a algún dirigente, aquí nadie cree en esos montajes», comentó una internauta. Otra fue más directa: «Ese hospital parece un hotel al lado del de Santiago de Cuba, que está hecho un asco».
Frente al alboroto, la Dirección de Salud en Guantánamo emitió un comunicado asegurando que en el centro se ofrece atención médica con rigor científico y equipos multidisciplinarios bien preparados. Sin embargo, el texto esquivó las denuncias por maltrato, y tampoco explicó por qué el equipo de electroshock sigue sin funcionar.
Estos episodios actuales se suman a una larga cadena de fallos dentro del sistema psiquiátrico cubano. El caso más emblemático sigue siendo el de Mazorra, en La Habana, donde en 2010 al menos 26 pacientes murieron víctimas de hipotermia, desnutrición y total abandono. Aunque hubo juicios y se prometieron cambios, la historia se repite una y otra vez, como si no hubiera aprendido nadie.
A día de hoy, muchas familias viven con miedo y desesperanza. Los activistas no paran de denunciar, pero el Estado sigue echando tierra sobre un problema que ya no cabe debajo de la alfombra.
El silencio institucional duele, pero más duele el abandono. Y en los pasillos olvidados de esos hospitales, lo que grita no es solo el dolor de los pacientes, es la falta de humanidad que los rodea.