En un nuevo capítulo de la novela por el monopolio de las telecomunicaciones, el gobierno cubano detuvo la entrada de 20 dispositivos satelitales Starlink que llegaron al Aeropuerto Internacional José Martí, procedentes de Estados Unidos. La jugada fue frustrada por la Aduana General de la República, siempre al pie del cañón cuando se trata de blindar el dominio absoluto de ETECSA.
La noticia la soltó el propio Wiliam Pérez González, vicejefe primero de la Aduana, a través de su cuenta en X (antes Twitter). Con tono bien serio, aseguró que la importación de esos equipos violaba las normas y regulaciones vigentes. Y como era de esperar, se aplicaron “las medidas de rigor”.
Aunque no se dijo ni pío sobre quiénes intentaban introducir los equipos ni con qué fin exacto, todo apunta a que los dispositivos estaban destinados a ofrecer una vía alternativa de conexión para los cubanos, fuera del radar de ETECSA.
Y ahí está el detalle: Starlink, desarrollado por la empresa estadounidense SpaceX, ofrece acceso a internet vía satélite, sin necesidad de depender de torres, cables o de una infraestructura terrestre controlada. O sea, la pesadilla perfecta para un régimen que insiste en mantenerle el pulgar encima a la conexión de su gente.
El diario oficialista Granma también se montó en la ola y publicó un artículo advirtiendo contra el uso de antenas, repetidores y “la amenaza” del propio Starlink, que según ellos son un peligro para la “soberanía del espectro radioeléctrico”.
De paso, recordaron que la venta y uso de estos equipos, algunos de los cuales se consiguen fácilmente en sitios como Revolico, están considerados como violaciones graves. Aseguran que estas tecnologías “afectan la calidad de las comunicaciones” y que ya un 6 % de las celdas del país presentan interferencias por estos aparatos “ilegales”.
Lo que no dicen tan alto es que cada vez más cubanos buscan formas de conectarse libremente, sin censura ni vigilancia. Porque cuando el acceso a internet es un privilegio limitado y caro, soluciones como Starlink se convierten en una esperanza —aunque para el régimen, sea una amenaza.