Mientras en Cuba la gente lidia con apagones, colas interminables y el pan que cada vez viene más chiquito, el presidente Miguel Díaz-Canel y su esposa, Lis Cuesta, están dándose la buena vida en Honduras, hospedados en una zona de esas donde solo se respira aire acondicionado y silencio de lujo.
Ambos llegaron a Tegucigalpa para asistir a la IX Cumbre de la CELAC, pero no lo hicieron en plan discreto ni mucho menos. Se instalaron en un hotelazo en la exclusiva colonia Palmira, un rincón de la capital hondureña donde la mayoría de los mortales ni se asoma. La zona, bien custodiada por militares, también acoge a otros presidentes como Luis Arce, de Bolivia. Todos están allí para presenciar el traspaso de la presidencia temporal de la CELAC al colombiano Gustavo Petro.
Pero si algo no pasó por debajo del radar fue la llegada de Lis Cuesta. La “no primera dama” —como muchos la llaman en tono irónico, después de que ella misma rechazara ese título por considerarlo burgués y patriarcal— bajó de un jet privado luciendo unas gafas Gucci que, según expertos, no bajan de los 800 euros si les sumas los cristales polarizados con aumento. Sí, leíste bien: más de 800 euros en la cara, mientras en Cuba muchos sobreviven con el equivalente a 10 dólares al mes.
Las redes no tardaron en estallar. Frases como “los socialistas con vida de millonarios” o “más capitalistas que Trump” inundaron los comentarios, muchos indignados de ver cómo se habla de resistencia revolucionaria desde un resort de cinco estrellas, entre sábanas de algodón egipcio y desayuno con leche de almendra.
Lis Cuesta se ha ganado el apodo de ‘la reina del bling bling cubano’, siguiendo la tradición de los jefes de la isla: mucho discurso sobre sacrificio y lucha obrera, pero con relojes Rolex, joyas Cartier y vuelos en jet ejecutivo. Todo muy “resistencia creativa”, como le gusta decir al oficialismo. Solo que, según muchos cubanos, esa creatividad solo les alcanza a los de arriba.
El contraste es brutal y cada vez más difícil de disimular. Mientras el pueblo se aprieta el cinturón con la libreta de racionamiento y vive al filo de los apagones, los representantes del gobierno cubano viven una realidad paralela, adornada de lujos, vinos finos y puro Habano.
Pero bueno, así es como se vive el socialismo de estos tiempos: para algunos, discursos inflamados en la cumbre de CELAC; para otros, lo de siempre: la lucha desde abajo, sin leche, sin luz y sin futuro.