El actor cubano Néstor Jiménez, una figura querida y respetada hoy en el mundo del arte cubano, abrió su corazón y soltó una historia que muy pocos conocían. En una entrevista reciente en el programa de la Familia Cubana TV, el artista recordó cómo un chisme malintencionado, allá por su juventud, casi le trunca el camino en la televisión nacional.
Cuando tenía unos veinte abriles, a Néstor se le metió la mala suerte por la puerta trasera. Alguien —que nunca dio la cara— comenzó a regar el cuento de que el joven actor planeaba «robarse una avioneta». Sí, así mismo, como si fuera una peli de acción. Y aunque la historia era más falsa que billete de tres pesos, ese bulo le costó su puesto en el programa “Para Bailar”, que en aquel momento era uno de los espacios más populares de la pantalla chica.
“Cuando yo era adolescente, se regó que quería robarme una avioneta. Pero eso es mentira. Y por eso me botaron de Para Bailar”, contó Jiménez, todavía con algo de amargura en la voz. Aquella acusación, absurda e infundada, no solo le cerró una puerta, sino que le dejó una marca difícil de borrar.
Según recuerda, en la televisión oficialista bastaba con un informe mal escrito para joderle la vida a cualquiera. En su caso, se argumentó que los concursantes del programa debían ser ejemplos para la juventud, y como supuestamente él tenía “conductas vandálicas”, pues lo sacaron sin mucha vuelta. “Sí, hicieron un informe… y con ese expediente me sacaron”, explicó con resignación.
Pero la cosa no quedó solo en la avioneta. A Néstor también lo acusaron de cortar cables de teléfono y hasta de romper butacas en los cines. Puro invento, pero suficiente en una Cuba donde el sistema tenía la manía de armar “expedientes” para mantener a raya a los artistas que no se alineaban al molde.
En aquella época, la censura no era un fantasma: era un monstruo con nombre y apellidos, que metía mano donde no debía y decidía quién merecía estar en pantalla y quién no. No hacían falta pruebas, ni juicios, ni explicaciones. Bastaba un papel lleno de mentiras para dejarte fuera de juego.
La historia de Jiménez no es única, pero sí revela el control feroz al que han estado sometidos los artistas en la Isla. Muchos, como él, tuvieron que cargar con el peso de rumores, expedientes y decisiones arbitrarias que nada tenían que ver con su talento.
A pesar del golpe, Néstor Jiménez se sacudió el polvo y siguió pa’lante. Con el tiempo, construyó una carrera sólida en el cine, el teatro y la televisión, ganándose el respeto del público y sus colegas. Los rumores se quedaron en el pasado, pero la experiencia aún vive en su memoria como una advertencia: en Cuba, un simple chisme puede convertirse en sentencia si lo respalda el poder.