Lis Cuesta volvió a prender el avispero en redes sociales este lunes tras dejarse ver en Honduras junto a su esposo, Miguel Díaz-Canel, en una visita oficial a propósito de la presidencia temporal de la CELAC asumida por Xiomara Castro. Pero no fue la política lo que más llamó la atención, sino el brillo en su rostro… literalmente.
Y es que la llamada “no primera dama” de Cuba llegó a Tegucigalpa luciendo unas gafas de sol Gucci que, entre lujo y caché, dejaron a más de uno con la boca abierta. El modelo exacto, «Square Acetate and Metal», ronda los 300 euros, un precio que supera por mucho el salario mínimo mensual en la isla. Y si le sumamos que llevaba cristales polarizados con aumento, el asunto se pone aún más caro: podrían costar otros 500 euros más. Ahí es ná.
Lo curioso —y lo que encendió las redes como pólvora mojada en ron— fue ver cómo las gafas se oscurecían al bajar del avión privado. Todo captado con lujo de detalle. Así fue como el combo “sonrisa + Gucci + jet” se volvió viral. Usuarios no tardaron en comentar con sarcasmo y molestia. Uno de ellos, con el nombre de @Taoro8, soltó veneno: “Cuba presume al mundo su camada de comunistas adictos al capitalismo de lujo.”
Y es que la contradicción es tan evidente que ni el sol de Centroamérica la puede tapar. En un país donde conseguir pan o una pastilla para la fiebre es una odisea, el derroche en la imagen de Cuesta Peraza cae como agua con sal en una herida abierta. El lujo de unos pocos, en contraste con la miseria de la mayoría, vuelve a sacar a flote el eterno dilema cubano: ¿comunismo para el pueblo y capitalismo para la cúpula?
La misma Lis, en 2023, decía sin tapujos en redes: “¡Sí, soy comunista! ¿Y qué? Aunque no vea el socialismo realizado, prefiero luchar por todos que vivir pensando solo en mí.” Ese discurso, aunque bienintencionado, suena hueco cuando se acompaña con relojes de diseñador y gafas de alta gama.
No es la primera vez que su look da de qué hablar. En febrero de 2025, durante un evento internacional en La Habana sobre desarrollo humano sostenible, la funcionaria apareció con un reloj Aigner de 549 euros. Y si vamos más atrás, en diciembre de 2022, presentó su tesis doctoral con un Cartier en la muñeca que podría costar entre 5,000 y 12,000 dólares, según el modelo. Clase y caché, sí, pero a costa de un pueblo que sobrevive como puede.
Y por si fuera poco, el propio Díaz-Canel tampoco se queda atrás en eso de los gustos caros. En agosto de 2024, cuando recibió a la delegación cubana de los Juegos Olímpicos, llevaba un Rolex GMT Master II, que fácilmente se cotiza en 13,000 dólares. Años antes, se le había visto con un TAG Heuer de 1,750, y más recientemente, en marzo de 2025, lo captaron en el elitista Festival del Habano, encendiendo un puro en una subasta donde se recaudaron más de 4,6 millones de euros. Todo eso mientras en la isla hay crisis hasta para encontrar tabaco popular.
Así está el panorama: un gobierno que exige “resistencia creativa” y “sacrificio heroico” a su pueblo, mientras sus representantes disfrutan del lado más glamuroso del sistema que dicen combatir. La brecha entre el discurso y la realidad no deja de ensancharse… y el pueblo, desde abajo, lo mira todo, con hambre y decepción.
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