A las 4:00 p.m. de este miércoles, el corazón de Cuba se partió en dos. En la capilla del Cementerio de Colón, familiares, amigos y valientes activistas se reunieron para decirle adiós a Geobel Damir Ortiz, el niño que luchó contra un sistema de salud fallido y partió demasiado pronto en Miami.
Mercedes Báez, la abuela de Damir, llegó con el peso del mundo sobre sus hombros. «Solo quiero honrar a mi nieto», parecía decir su mirada, mientras recibía abrazos y palabras de consuelo. A su lado, Daniel, su cuidador, la sostenía fuerte, como un faro en medio de la tormenta.
🕊️ Una misa bajo vigilancia: El régimen no perdona ni al dolor
Pero ni siquiera el dolor pudo transitar en paz. Lara Crofs (Yamilka Lafita), una de las organizadoras del homenaje, fue retenida en su casa por la Seguridad del Estado. «Me bloquearon la calle para que no saliera», denunció en vivo desde su teléfono, mostrando los patrulleros apostados frente a su puerta.
«Hoy no es día de pelear… pero esto duele», confesó, con la voz quebrada. Sin embargo, la misa siguió adelante, liderada por el padre Jorge Luis, en un ambiente cargado de oraciones, sollozos y una solidaridad que el gobierno no pudo silenciar.
👼 Damir, el símbolo de una Cuba que clama por sus niños
«Señor, ten piedad», se escuchó en la capilla, no solo por Damir, sino por todos los niños cubanos que sufren por la falta de medicinas y atención médica digna. El caso del pequeño conmovió a toda una nación, movilizando a miles dentro y fuera de la Isla para exigir lo que nunca llegó a tiempo.
Aunque lograron llevarlo al Nicklaus Children’s Hospital en Miami, ya era tarde. Damir llegó en estado séptico, víctima de una bacteria resistente por el mal uso de antibióticos en Cuba. Su madre, rota de dolor, hoy recibe el abrazo de la comunidad cubana en el exilio, que lo veló con flores y canciones.
✊🏻 Las redes no olvidan: Justicia para Damir
Mientras en La Habana el gobierno intentaba controlar hasta las lágrimas, en Internet el pueblo se rebelaba. «Damir no murió, lo mató la negligencia», escribió alguien. «Basta de niños sufriendo por un sistema que no funciona», exigió otro.
La historia de Damir no termina aquí. Se ha convertido en un grito colectivo contra la indiferencia, un recordatorio de que cada vida importa. Y aunque hoy lo despiden entre velas y plegarias, su nombre seguirá resonando hasta que ningún niño cubano vuelva a morir por abandonado.