Una tristeza enorme envolvió a la comunidad de Boca de Camarioca este miércoles, cuando se confirmó una noticia que nadie quería escuchar: el hallazgo del cuerpo sin vida del niño de 8 años que había desaparecido el pasado sábado mientras se bañaba en la playa de Villa Los Pinos, en Matanzas.
Tras varios días de intensa búsqueda, donde se unieron rescatistas, guardafronteras, pescadores y muchísima gente del pueblo que no dudó en arrimar el hombro, el pequeño fue encontrado el lunes en una zona cercana a la calle 54 de Varadero. Fue un golpe duro, de esos que se sienten como un nudo en el pecho.
La emisora Radio Victoria de Girón confirmó la trágica noticia por su canal de Telegram, agradeciendo el esfuerzo de todos los que se volcaron a ayudar, y enviando un mensaje solidario a la familia: “Que encuentren la fuerza para atravesar esta dolorosa pérdida”. Un mensaje sencillo, pero cargado de humanidad.
La noticia sacudió las redes sociales. Karlos C Roble, uno de los perfiles oficialistas que ha seguido el caso desde el inicio, compartió en Facebook el sentir general: “Esta noticia acongoja el alma… la muerte nunca se espera”. En sus palabras se mezclaban el dolor y la impotencia de ver una vida tan joven apagarse así, de manera tan repentina.
Según comentó, las corrientes marinas jugaron un papel determinante en esta tragedia. “El mar hizo de las suyas y nos arrebató al niño”, escribió. También aprovechó para agradecer a todos los que participaron en los operativos, desde buzos y expertos del Ministerio del Interior hasta los vecinos que, con el corazón en la mano, buscaron sin descanso.
Horas antes de que se confirmara lo inevitable, el perfil de “Atenea Matancera” había informado que la búsqueda seguía activa, con más de 72 horas de esfuerzo ininterrumpido. El mismo Karlos C. Roble había detallado cómo los equipos especializados se mantenían peinando la zona, apoyándose en conocimientos sobre las corrientes marinas y en el trabajo conjunto con pobladores locales.
Todo comenzó el sábado por la tarde. El niño había ido a la playa con su hermano mayor, de 20 años, y otros familiares. En un momento, quedó solo en el agua junto a una niña. Fue cuestión de segundos, un pestañazo, y ya no estaba. Las primeras conjeturas apuntaban a que una corriente lo pudo arrastrar mar adentro o que se perdió entre los desniveles del fondo marino, bien traicioneros por ahí.
El pequeño era del municipio de Limonar. Su familia, desesperada, compartió un número de teléfono con la esperanza de recibir alguna pista. La comunidad entera se volcó a la búsqueda, con una solidaridad que conmovió, aunque tristemente no fue suficiente para cambiar el desenlace.
Es de esas noticias que nadie quiere contar, pero que marcan profundamente. Porque detrás de cada dato hay una vida, una familia, una comunidad rota. Hoy, Matanzas está de luto, pero también unida por el amor y el respeto a un niño que ya no está, pero que jamás será olvidado.
