En Gibara, un pueblito costero de la provincia de Holguín, la tranquilidad se vio sacudida por un hecho que ha dejado a más de uno con el alma revuelta. Una mujer, con el corazón en la mano, descubrió que su gato —su compañero de vida— no solo había sido robado, sino que estaba siendo cocinado por quienes lo tomaron. Una escena brutal que ha despertado la indignación de toda la comunidad.
La denuncia no tardó en hacerse pública. La Sociedad Protectora de Animales Holguín (SPAH) usó su página de Facebook para lanzar un grito de auxilio. Exigieron justicia y dejaron claro que, aunque el Decreto-Ley de Bienestar Animal está firmado desde 2021, en la práctica no vale ni el papel en el que está escrito. “Esto no puede seguir pasando como si nada. Las autoridades tienen que actuar”, fue el mensaje contundente del colectivo.
Este acto de crueldad ha vuelto a poner en la mira la fragilidad de las leyes que, en teoría, protegen a los animales en Cuba. La gente no está pidiendo milagros, solo que se respete lo más básico: el derecho a la vida de seres que, para muchos, son familia.
Desde SPAH recalcaron lo que ya es un secreto a voces: en plena crisis económica, no son pocos los que recurren a actos salvajes bajo el pretexto del hambre. Mascotas marcadas, bien cuidadas, desaparecen y terminan en ollas ajenas. El dolor de sus dueños no parece importar.
“Tenemos una sociedad podrida, donde la educación ha tocado fondo”, denunciaron, sin pelos en la lengua. El mensaje iba dirigido sin rodeos al MINAGRI en Holguín, al gobierno provincial y a la Policía: ¿hasta cuándo se va a mirar para otro lado?
En redes sociales, el pueblo habló. La indignación se volvió viral. Comentarios, publicaciones, llamados a la acción… Todo el mundo exige justicia. Y no es para menos. Este no ha sido el único caso reciente que ha sacudido al país.
Hace apenas unas semanas, en La Habana, otra escena horrenda captó la atención nacional: una mujer fue grabada mientras estrellaba a un gato contra el suelo con la intención de cocinarlo. Lo hizo, según dijo, para alimentar a sus hijos. El video corrió como pólvora, provocando un rechazo masivo. La respuesta oficial fue una multa, pero colectivos como PASOS dejaron claro que eso no basta. Quieren penas reales. Quieren ver el maltrato incluido en el Código Penal.
Y cuando parecía que nada podía ser peor, apareció otro caso. En la misma capital, una perrita quedó colgando desde un balcón, al borde del colapso. El descuido era evidente, y las imágenes volvieron a circular por todas partes. La indignación se convirtió en rutina.
Cada foto de un animal desnutrido, cada historia de abandono o violencia, golpea más fuerte. La crisis económica, esa que nos tiene a todos buscando cómo sobrevivir, ha empezado a justificar lo injustificable. Y eso, compay, no puede ser.
Ya en septiembre del año pasado el propio gobierno reconocía que los casos de maltrato iban en aumento. Prometieron medidas, controles, protocolos… pero las promesas se las llevó el viento. Hoy, la realidad es que la impunidad manda.
Mientras no se aplique la ley con rigor, mientras el maltrato no se penalice de verdad, la situación seguirá pudriéndose. Los activistas no se cansan de repetirlo: los animales no tienen voz, pero nosotros sí. Y es hora de gritar más fuerte que nunca.