En un giro que ha dejado a muchos con la ceja levantada, los reguetoneros Yomil y Yulién Oviedo aparecieron recientemente en un evento promovido por el gobierno cubano. El encuentro, organizado por el Instituto Cubano de la Música, parece ser otro intento por “entender” el fenómeno de la música urbana en la Isla… o más bien, domesticarlo.
La cita reunió a artistas, investigadores y funcionarios culturales, pero también incluyó caras bien conocidas de la política como Inés María Chapman, viceprimera ministra, y el ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau. Sí, los pesos pesados del gobierno metidos en un debate sobre reguetón.
El reguetón ya no puede ser ignorado
En los últimos años, la música urbana ha ganado tanto terreno en Cuba que ni el gobierno puede seguir mirando para el lado. Especialmente entre los más jóvenes, el reguetón se ha convertido en una especie de himno generacional. Por eso, este taller supuestamente se propuso debatir su impacto cultural y social. Pero la presencia de Yomil y Yulién, lejos de unir, encendió aún más el debate.
Y es que, aunque ambos artistas han criticado al sistema (en particular Yomil, quien en más de una ocasión ha dejado claro que Cuba vive bajo una dictadura), ahora se les ve participando en actividades organizadas por ese mismo sistema. Y eso, como era de esperar, ha levantado sospechas.
¿Qué dijeron? Nadie sabe. ¿Por qué fueron? Esa es la pregunta
Después del evento, el silencio fue absoluto. Ni una historia en Instagram, ni un post en Facebook. Ningún detalle sobre lo que dijeron o hicieron en el taller ha salido a la luz, y eso solo alimenta las dudas sobre su verdadera postura. ¿Fue una colaboración genuina o simplemente otra jugada del gobierno para maquillar su narrativa?
Todo apunta a lo segundo. Porque más que un espacio de diálogo, este tipo de encuentros parecen buscar controlar el discurso cultural y colar el reguetón en la agenda oficialista, sin tocar las verdaderas raíces del asunto.
Una crisis que se baila al ritmo del reparto
Detrás del auge del reguetón hay mucho más que ritmo y letras pegajosas. Hay un país en crisis, jóvenes sin opciones, una educación golpeada, una economía colapsada, y un deseo urgente de expresarse como sea. Esa es la realidad que genera esta explosión de música urbana. Pero en lugar de enfrentarla, el gobierno parece querer absorber el fenómeno sin reconocer las causas que lo impulsan.
Por eso, ver a alguien como Yomil en este tipo de eventos choca. Porque no se trata solo de música, sino de posturas políticas y coherencia con lo que se ha dicho antes.
¿Un show más para la galería?
La televisión estatal, como era de esperarse, no aclaró nada concreto. Ni qué se discutió realmente, ni qué aportaron los artistas. Todo quedó como una nube densa de frases bonitas y conceptos vacíos. Y claro, eso ha dejado la sensación de que el encuentro fue más una puesta en escena que un diálogo auténtico.
Ya en marzo, el programa oficialista Mesa Redonda le había dedicado un episodio al reguetón, en particular al “reparto”, intentando analizar su efecto en la sociedad. En ese espacio, Luis Emilio Aybar, director del Instituto Juan Marinello, aseguró que el reparto tiene un “valor social significativo”. Dijo además que el gobierno no busca ni demonizarlo ni glorificarlo. Pero la ambigüedad de ese discurso también deja claro que no saben muy bien cómo manejarlo.
Entre el hombre nuevo y la nueva playlist
El intento del régimen de controlar el reguetón choca con sus propios ideales. Porque mientras en los discursos oficiales se habla de valores, de decencia y de moral socialista, el contenido de muchos temas urbanos refleja una realidad mucho más cruda, directa y sí, a veces vulgar.
Un usuario en redes lo resumió de forma brutal: “El reguetón es el hijo legítimo del sistema. Vulgaridad, chabacanería, machismo… todo eso salió de la escuela de formación del ‘hombre nuevo’”. Una frase fuerte, sí, pero que no pocos comparten.
¿Puede el gobierno controlar la música que nació en la calle?
La cultura urbana en Cuba no nació en los despachos del Ministerio de Cultura, sino en barrios, solares, y azoteas. Su esencia está en lo espontáneo, lo irreverente, lo que incomoda. Y ahora, que el régimen quiere meterle mano, lo hace con guantes de seda, pero con el mismo objetivo de siempre: control total.
En definitiva, este encuentro con Yomil y Yulién parece más un intento de disfraz que de entendimiento real. Porque mientras no se hablen de las causas que hacen que el reguetón sea la voz de tantos, todo seguirá siendo puro teatro. Con micrófono, pero sin verdad.