La justicia cubana mostró su rostro más duro esta semana al condenar a 10 años de prisión a un hombre de 33 años por intentar robar un teléfono Samsung en plena calle. El fallo, emitido por el Tribunal Provincial Popular de Santiago de Cuba, no dejó espacio a medias tintas: el mensaje es claro y contundente.
El robo que terminó en prisión
Todo ocurrió en mayo de 2024, cuando el acusado quiso arrebatarle el móvil a una joven en un acto de violencia callejera. Pero su suerte se torció rápido: agentes de la PNR lo interceptaron antes de que pudiera huir, dejando el delito en tentativa. Sin embargo, eso no impidió que la justicia descargara todo el peso de la ley sobre él.
El juicio, celebrado en la Sala Primera de lo Penal, determinó que el hombre violó el artículo 415.1.2 del Código Penal, que castiga con 7 a 15 años este tipo de crímenes. Además, el tribunal consideró su historial delictivo —con antecedentes por robos con violencia— y su «desajustada conducta social». Como si fuera poco, también le quitaron sus derechos políticos y le prohibieron salir del país.
¿Justicia o mano dura?
El caso no es aislado. En medio de una creciente ola de inseguridad, el gobierno cubano ha lanzado una campaña de «juicios ejemplarizantes» para demostrar que no tolerará desórdenes. Pero mientras algunos aplauden la medida, otros se preguntan: ¿es proporcional una década tras las rejas por un móvil que ni siquiera logró robar?
La estrategia represiva ya tiene varios protagonistas:
- Tres trabajadores de la Refinería Nico López, enjuiciados por robo de crudo.
- Un cubano sentenciado a 10 años por sustraer computadoras estatales.
- Una exintendenta de Puerto Padre, condenada a 7 años por corrupción.
Pero el caso más polémico fue el de un joven que criticó a Díaz-Canel en redes sociales y recibió 7 años de cárcel. ¿El mensaje? En Cuba, hasta un comentario puede costarte la libertad.
¿Control social o justicia selectiva?
Mientras el régimen presume su «lucha contra la delincuencia», muchos cuestionan si estos castigos no son más que una cortina de humo para acallar el malestar social. ¿Por qué algunos casos se resuelven con tanta rapidez, mientras otros —como los de corrupción a gran escala— quedan en la impunidad?
Lo cierto es que las calles siguen siendo inseguras, y la gente ya no sabe si temer más a los delincuentes o a las condenas desproporcionadas.
