El olor a quemado aún flotaba en el aire cuando los bomberos de Santa Clara lograron controlar el incendio que este lunes arrasó con parte del bullicioso mercado de La Candonga, ese punto neurálgico del comercio informal frente al hospital «Nuevo». Tres quioscos sucumbieron ante las llamas, dos de ellos reducidos a escombros humeantes, mientras las autoridades intentaban descifrar qué provocó el siniestro.
Entre herramientas y sueños quemados
Los locales afectados – donde se vendían desde llaves Stillson hasta electrodos para soldar – quedaron convertidos en chatarra. «Aquí perdimos el sustento de meses», comentaba entre lágrimas uno de los afectados mientras recogía los pocos objetos que el fuego perdonó. Lo irónico: estos puestos que sobreviven en la ilegalidad tolerada, hoy víctimas de un destino caprichoso.
La respuesta oficial: protocolo en acción
No faltó el despliegue habitual: bomberos con mangueras desenrolladas a toda prisa, agentes del MININT tomando declaraciones, y hasta funcionarios del Partido evaluando daños con sus característicos gestos serios. «Controlado en tiempo récord», anunciaron, aunque los comerciantes saben que reconstruir será una carrera contra el reloj.
Santa Clara: ciudad que arde
Este no es un incidente aislado. La ciudad parece maldita con el fuego: primero fue Caracatey con viviendas consumidas, luego la zona de la torre de televisión envuelta en humo, sin olvidar el INPUD con su transformador achicharrado. Cada semana, nuevas llamas escriben su nombre en el libro negro de los siniestros locales.
La paradoja de La Candonga
Mientras las autoridades investigan causas (¿cortocircuito? ¿negligencia?), este mercado sigue siendo ese hijo rebelde que todos conocen pero nadie reconoce. Aquí se comercia con lo que no se consigue en tiendas estatales, a precios que duelen pero que muchos pagan. Hoy las cenizas revelan lo frágil que es el equilibrio de la economía informal cubana.
¿Y ahora qué? Los dueños de los quioscos quemados ya calculan pérdidas mientras buscan cómo reinventarse. El resto de vendedores mira con recelo sus instalaciones eléctricas, sabiendo que podrían ser los próximos.