Sandro Castro, nieto del fallecido Fidel Castro, vuelve a ser el centro de la polémica tras compartir un video en Instagram donde, con su ya conocido tono provocador, alardea de un estilo de vida que está a años luz de la realidad del cubano de a pie.
«Buenos días mañaneros. Les anuncio la película del gran fin de semana: ¡El Hombre Kristash!», dice en el video, confirmando que su estrategia de marketing se basa en generar indignación y reacciones en redes sociales para ganar visibilidad.
Con su bar EFE en un estado cada vez más decadente, el autoproclamado «emprendedor y revolucionario» ha decidido aventurarse en el mundo de la publicidad, promocionando la Cerveza Cristal como si fuera un producto exclusivo, aunque en la realidad de Cuba, con su precario poder adquisitivo, se ha convertido en un lujo inalcanzable para la mayoría.
Uno de sus mensajes más recientes lo publicó en sus estados de Instagram, donde mostró una ilustración del diseñador @ramon8art con la frase «Cerveza Kristash… pa los niños de papash», una burla que no pasó desapercibida entre los cubanos que enfrentan la peor crisis económica en décadas.
Mientras el país atraviesa un periodo de miseria y escasez sin precedentes, Sandro aparece en videos grabados en parques habaneros protagonizando actuaciones absurdas que oscilan entre lo ridículo y lo grotesco. A veces vampiro, a veces superhéroe, pero siempre con el mismo denominador común: un derroche de guanajería que deja a muchos con la boca abierta.
Para poner las cosas en contexto, una lata de Cerveza Cristal (355 ml), la misma que Sandro muestra en sus fiestas, cuesta alrededor de 0,84 euros en tiendas online como Supermarket23, lo que equivale a unos 302 pesos cubanos al cambio informal. Esta cifra representa casi el 15% del salario mínimo mensual en Cuba, fijado en apenas 2,100 CUP.
Mientras tanto, en los discursos oficiales, el régimen de Miguel Díaz-Canel sigue repitiendo que no han renunciado al socialismo, sino que están «perfeccionándolo». Pero la realidad es otra: el auge de una nueva oligarquía, vinculada al poder, ha normalizado la desigualdad, la exclusión y la indiferencia ante la pobreza extrema que afecta a la mayoría de los cubanos.
Para justificar este desastre, el Gobierno ha hecho llamados al uso de la Inteligencia Artificial, y quizás el mayor «logro» de estos experimentos ha sido la creación de un personaje que, amparado en el apellido Castro, hace de bufón mientras se burla de un pueblo que sigue cargando con las promesas incumplidas de la Revolución.
A pesar de las críticas y el rechazo que generan sus publicaciones, Sandro sigue en su burbuja de privilegios, ajeno a la realidad de un país que sobrevive a duras penas. Para muchos, su extravagante tren de vida no es solo una excentricidad, sino una provocación que deja en evidencia la desconexión entre los hijos del poder y la mayoría de los cubanos.
Pero el nieto de Fidel no parece escarmentar. Cada nueva publicación es una muestra más de la impunidad con la que actúa, avalado por quienes manejan los hilos del país y aplauden su circo digital como parte de una «resistencia creativa» que, en realidad, no es más que una burla descarada al sufrimiento de la gente.