Por ahí alguien, con su buena dosis de sarcasmo, sugirió bautizar como «CLA» a ese dólar que, al entrar en la tarjeta Clásica, se transforma en «otra cosa». Este invento de GAESA llega justo cuando la MLC empieza a caminar por la misma senda del CUC, un camino que ya conocemos demasiado bien. En sus últimos días, aquel peso convertible no era más que un bono exclusivo para ciertas tiendas, sin valor fuera de ellas. Un fantasma de la divisa que una vez entró al banco, pero que jamás volvió a nuestras manos.
El CLA no es el CUC, pero sí sigue la misma fórmula mágica con la que los gurús de GAESA convierten espejitos en oro. No es ni siquiera el reflejo de lo que alguna vez fue el CUC original, que, al menos en su momento, llegó a estar registrado como moneda bajo la norma internacional ISO 4217. No, el CLA es otra cosa, un híbrido financiero que nadie fuera de Cuba reconocería, un artilugio cuyo único respaldo son las mercancías y servicios de una red de tiendas en dólares, donde no valen ni la MLC, ni el CUC, ni el CUP. Y a veces, ni siquiera el propio CLA, cuando «no hay conexión».
Como sus predecesores, este nuevo «producto» es la prueba viviente del desastre monetario en el que estamos metidos. Ya ni siquiera se puede hablar de doble moneda, porque en la calle circulan tantas variantes que es difícil llevar la cuenta. En medio de ese enredo, el peso cubano sigue en caída libre, perdiendo valor a cada segundo frente a cualquiera de estas invenciones financieras, sean las que ya murieron o las que están en terapia intensiva.
En la norma internacional de divisas, los códigos de tres letras suelen hacer referencia al país de origen, así que CLA no encaja por ningún lado. Además, porque no es una moneda, ni su sombra, sino un agujero negro donde los militares siguen absorbiendo lo poco que queda por exprimir. En ese sentido, bien podríamos decir que el CLA simboliza la «clásica» estafa, una que se repite con cada nuevo intento de disfrazar la realidad y que nos deja, una vez más, con la sensación de haber caído en el mismo cuento.
Este capítulo de la «dolarización parcial» es otro recordatorio del gran timo del «ordenamiento monetario». No es que haya fracasado, es que nunca estuvo diseñado para otra cosa que no fuera sostener el mismo ciclo de engaños. Lo que está pasando con el CLA no es diferente a lo que vivimos con el CUC y la MLC. La historia es la misma: depositas una divisa, pero, en cuanto atraviesa la ventanilla del banco, desaparece sin rastro. Un saqueo sistemático que ya ni debería sorprendernos.
No olvidemos que el CUC fue, en su momento, el sustituto de aquel «chavito», un bono exclusivo con el que se les pagaba a marineros, diplomáticos y algunos empleados de entidades extranjeras en Cuba. Solo ellos podían acceder a ese circuito comercial cerrado, los famosos «diplomercados», que estaban prohibidos para el cubano de a pie.
Ese «chavito» nació en manos de los militares de Cubalse, una empresa que terminó siendo desmantelada en 2009 por Raúl Castro. Para entonces, FINCIMEX ya había mutado en algo mucho más poderoso que el propio Banco Central de Cuba, funcionando como la maquinaria que define las reglas del juego económico a conveniencia de quienes la controlan.
Aunque ahora insistan en que «esta vez es diferente», la experiencia nos dice que no. La MLC tiene los días contados, no porque una resolución ministerial la elimine, sino porque, cuando ya no queden productos en las tiendas destinadas a esta «modalidad» de estafa, su obsolescencia será inevitable. Poco a poco, esos locales solo aceptarán dólares en efectivo y la tarjeta Clásica, empujando la MLC al olvido.
Llegará el momento en que las tarjetas de MLC terminarán arrumbadas en algún cajón, igual que esas monedas y billetes de CUC que de vez en cuando aparecen por ahí, inútiles, pero recordándonos que hemos vivido en un ciclo interminable de promesas, engaños y estafas. Y sí, todo indica que la historia se repetirá.
