Si hay algo que duele más que un golpe de sol en Varadero, es ver el abismo que separa lo que vive el turista de lo que sufre el cubano de a pie. Hoteles como el Meliá Las Antillas, el Palma Real o el Costa Rey se lucen con sus «Días Cubanos», donde los visitantes disfrutan de bufés que parecen sacados de un sueño… pero que para los locales son pura fantasía.
Mientras los huéspedes se deleitan con jamones, quesos, frutas tropicales y carnes asadas, afuera, en las calles, la gente hace colas interminables para comprar lo básico. ¿Ironía? No, cruda realidad.
Un festín en tierra de escasez
Las fotos promocionales de estos resorts muestran mesas rebosantes: pescados frescos, embutidos importados, panes recién horneados y postres que harían llorar a cualquier abuela cubana. Pero lo que no se ve en esas imágenes es la otra cara de la moneda: familias que sobreviven con arroz, frijoles y poco más, mientras la inflación se los lleva por delante.
«Aquí un pedazo de queso es un lujo, y en los hoteles lo tiran si sobra», comenta un habanero, con esa mezcla de resignación y bronca que solo entiende quien vive en la isla. La libreta de abastecimiento ya no alcanza, y muchos cubanos ni siquiera pueden soñar con los manjares que los turistas devoran sin pensarlo dos veces.
Turismo de lujo vs. realidad amarga
El régimen sigue invirtiendo en resorts de cinco estrellas, promocionando playas paradisíacas y comidas exquisitas, mientras los mercados locales están vacíos y los salarios no dan ni para el pan. ¿Doble moral? Más bien, doble estándar.
Los cubanos no le tienen rabia al turista—al fin y al cabo, el que viaja no tiene la culpa de nada—, pero sí les duele ver cómo su tierra se convierte en un escenario de contrastes brutales. Mientras unos brindan con mojitos en la piscina, otros hacen malabares para poner un plato de comida en la mesa.
¿Hasta cuándo?
Este desbalance no es nuevo, pero con la crisis económica peor que nunca, la herida está más abierta que nunca. Las redes sociales han hecho el resto: ahora el mundo puede ver, en tiempo real, las dos Cubas que coexisten bajo el mismo sol.
«¡Qué indignación ver esas fotos!», exclama Yusimí, una madre habanera. «Mientras en los hoteles botan comida que sobra, nosotros nos partimos el lomo para darle tres comidas al día a los niños, y a veces ni eso alcanza».
«Lo más triste es que esa comida ni siquiera es para los trabajadores del hotel. A nosotros nos revisan las bolsas al salir como si fuéramos ladrones», escribió otra persona, que aprovechó el anonimato permitido en Facebook, pues revela ser trabajar de uno de estos resort.