El canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, soltó candela este sábado contra el secretario de Estado Marco Rubio y otros congresistas cubanoamericanos, llamándolos «feroces anticubanos, corruptos y chantajistas». El escenario fue Venezuela, pero el mensaje iba directo a Miami. ¿Pura retórica revolucionaria o hay algo más detrás?
«Estos señores ni siquiera nacieron en Cuba, pero se llenan la boca hablando mal de nosotros», lanzó Rodríguez durante su intervención. Según él, Rubio y compañía «han lucrado con el sufrimiento del pueblo cubano» mientras impulsan políticas migratorias duras contra sus compatriotas. ¡Y ahí no paró la cosa!
Marco Rubio en la mira: ¿Persecución o política?
El canciller no tuvo pelos en la lengua al acusar a Rubio de ser «el arquitecto de la cacería contra migrantes cubanos», incluso aquellos que «entraron legalmente, trabajan y pagan impuestos». «Es un corrupto sin ideas, un chantajista profesional», sentenció, mientras recordaba que muchos esperan por la Ley de Ajuste Cubano.
Pero no solo Rubio recibió palos. Rodríguez también arremetió contra otros congresistas cubanoamericanos, tachándolos de «hipócritas que ni siquiera defienden a sus votantes». «¿Dónde están sus declaraciones contra las deportaciones masivas?», cuestionó. ¿Será que el canciller olvidó que Cuba tampoco es muy amigable con los retornados?
Doble cara migratoria: ¿Diálogo o demagogia?
Aunque su discurso fue más caliente que un café recién colado, Rodríguez aseguró que Cuba sigue «abierta al diálogo» con EE.UU. en temas migratorios. Eso sí, con condiciones: «Queremos una migración ordenada y segura», dijo, mientras prometía combatir el tráfico de personas.
Pero aquí viene el detalle: Mientras el régimen critica las deportaciones, calla sobre las razones reales del éxodo. ¿Alguien mencionó la crisis económica, la represión o los apagones de 12 horas? Nada de eso. Para La Habana, todo es culpa del «bloqueo» y la «mafia de Miami».
Deportados en el ojo del huracán
El tema no es menor. Solo la semana pasada, 60 cubanos llegaron deportados en un vuelo desde EE.UU., y las redes ardieron con testimonios de interrogatorios y vigilancia a los retornados. Organizaciones de derechos humanos ya alertaron sobre los riesgos que enfrentan, pero el gobierno cubano los trata como traidores en lugar de víctimas.
Y hay otro problema: las remesas. Con más deportaciones, ¿qué pasará con el flujo de dólares que mantiene a flote la economía isleña? Rodríguez no lo dijo, pero es obvio que al régimen no le conviene que regresen miles de migrantes sin trabajo ni futuro.
La pregunta que todos se hacen: ¿A quién le conviene este circo?
Mientras Bruno Rodríguez hace teatro en el ALBA, los cubanos de a pie siguen atrapados entre dos fuegos: el discurso antiimperialista de La Habana y las políticas migratorias duras de Washington. ¿Quién gana? Nadie. ¿Quién pierde? El pueblo, como siempre.