El transporte público en La Habana vuelve a ser blanco de ataques vandálicos. Este viernes, un ómnibus que cubría la ruta 23 de la Terminal de Lawton fue apedreado en plena Avenida Bélgica, a la altura del Museo Nacional de Bellas Artes. El hecho ocurrió a las 4:15 de la tarde, apenas un día después de que otro vehículo fuera atacado en circunstancias similares.
El impacto rompió el cristal de la ventanilla lateral izquierda, justo al lado del asiento del conductor. El chofer, sin perder la calma, detuvo el ómnibus y se dirigió de inmediato a la estación policial de Dragones para presentar la denuncia. Las autoridades de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) ya investigan el incidente, según confirmó la Empresa Provincial de Transporte de La Habana.
Desde la entidad de transporte condenaron el ataque, subrayando que este tipo de hechos afectan gravemente el ya precario servicio público en la capital. Con ómnibus en mal estado, rutas insuficientes y largas esperas en las paradas, cualquier daño adicional al sistema representa un problema serio para miles de habaneros que dependen de estos vehículos cada día.
Este no ha sido un caso aislado. La madrugada del mismo viernes, otro ómnibus, esta vez de la ruta P7, fue atacado en el municipio Cotorro. Curiosamente, sufrió daños en el mismo punto que el vehículo de la ruta 23: el cristal de una ventanilla lateral izquierda. Estos incidentes forman parte de una preocupante serie de agresiones contra el transporte público en la capital cubana.
En las últimas semanas, al menos cinco ataques similares han sido reportados, lo que refleja no solo la inseguridad en las calles, sino también la creciente tensión social que se vive en la ciudad. Aunque las autoridades han prometido reforzar la vigilancia, los hechos se repiten con una frecuencia alarmante.
Desde la Empresa Provincial de Transporte insisten en la colaboración ciudadana como clave para frenar esta ola de vandalismo. Alertar sobre comportamientos sospechosos y reportar a los responsables podría ayudar a evitar más daños y a mantener en funcionamiento un sistema que, aunque frágil, sigue siendo esencial para la movilidad en La Habana.
