Este 26 de marzo, la Seguridad del Estado cubana cumplió 66 años de existencia, y como no podía ser de otra manera, el régimen lo celebró por todo lo alto. Miguel Díaz-Canel, siempre fiel al guión, presidió un acto en el Palacio de la Revolución donde alabó a los agentes como «combatientes del silencio» y «orgullo del pueblo cubano».
«Cada vez que se descubre una hazaña suya, es un golpe al enemigo», dijo el mandatario, refiriéndose a la oposición y a quienes critican al gobierno. Pero lo que Díaz-Canel llama «hazañas», muchos cubanos lo conocen como persecución, acoso y represión.
El lado oscuro de los «héroes»
Mientras en el acto oficial se repartían elogios, Hamlet Lavastida, un artista exiliado que pasó 90 días detenido en Villa Marista, denunció en redes sociales al coronel «Samuel», uno de los agentes que participó en su interrogatorio. «Reconocí su rostro en la televisión», escribió Lavastida, recordando cómo este oficial lo presionó para convertirse en informante o marcharse del país.
«Espero el día en que estos esbirros tengan que rendir cuentas», afirmó el artista, quien no es el único en haber sufrido la mano dura de esta institución. Figuras como Tania Bruguera, Katherine Bisquet y Camila Lobón también han sido víctimas de sus operativos.
¿Patriotismo o terror de Estado?
La Seguridad del Estado, adscrita al Ministerio del Interior (MININT), es la encargada de vigilar, amenazar y silenciar a cualquiera que piense diferente. Detenciones arbitrarias, acoso psicológico y exilio forzado son solo algunas de sus «técnicas» para mantener el control.
Díaz-Canel los describe como «espinas contra el imperio», pero para miles de cubanos son simplemente el brazo ejecutor de un régimen que no tolera disidencias. Mientras en el Palacio de la Revolución se hablaba de «humildad y patriotismo», fuera de sus muros muchos recordaban a los presos políticos, los periodistas independientes acosados y las familias rotas por la represión.
66 años… ¿y cuántos más?
El aniversario de la Seguridad del Estado no es motivo de celebración para todos. Mientras el gobierno insiste en pintarlos como héroes anónimos, la realidad es que su legado está manchado de sangre, lágrimas y censura.
¿Llegará el día en que estos agentes tengan que responder por sus actos? Por ahora, siguen operando en las sombras, asegurándose de que el miedo siga siendo una herramienta de control en Cuba.