Un tunero se metió en un lío de aquellos cuando intentó llevarse unas computadoras del hospital Ernesto Guevara. El tipo, que según el Periódico 26 quería aligerar el Departamento de Economía, se topó con una condena de 10 años por robo con fuerza. Las máquinas que pretendía llevarse valían más de 487 mil pesos, un dineral en moneda nacional (comparado con el salario promedio, porque en USD son un poco más de 1000 dólares según el cambio informal) que ahora le va a costar caro.
El juicio, celebrado en la Sala Primera de lo Penal, fue rápido y sin muchas vueltas. El tribunal dejó claro que aquí lo ajeno se respeta, y pa’ rematar le pusieron tres candados más: perdió el derecho al voto, no podrá sacar pasaporte ni salir del país, y encima tiene que pagar los daños al hospital.
¿Y las garantías? Según las autoridades, todo se hizo como manda la ley. El acusado y la Fiscalía todavía pueden apelar, pero en estos casos, ya sabemos cómo terminan estas historias.
Instituciones frágiles en tiempos difíciles
El propio medio oficialista reconoció que este caso deja al descubierto lo vulnerable que están las instituciones. O sea, en plena crisis, hasta los hospitales tienen que andar cuidándose de los amigos de lo ajeno.
Pero esto no es casualidad. El juicio se enmarca en la jornada nacional contra el delito, una campaña del gobierno para mostrar que «aquí hay mano dura». La pregunta es: ¿realmente están frenando la ola de robos o solo es pura pantalla?
La Habana también está que arde
Mientras en Las Tunas caía la sentencia, en la capital los robos siguen dando de qué hablar. Hace poco se viralizó un video donde un ladrón escapaba de una tienda como si fuera una película de acción. Las autoridades no dieron muchos detalles, pero el video corrió más rápido que la luz en las redes.
Y por si fuera poco, una familia habanera denunció dos intentos de robo en menos de una semana. Lo peor es que, según ellos, la respuesta de la policía fue más lenta que la cola del pan.
Para cerrar con broche de oro, el domingo pasado detuvieron a dos personas en un carro robado. Lo curioso es que llevaban 1,300 libras de café, seguramente «prestadas» de alguna empresa estatal.