El presidente cubano Miguel Díaz-Canel puso pie en Caimanera esta semana, y como es habitual, su visita dejó más preguntas que respuestas. Con su característico entusiasmo, el mandatario destacó la recién inaugurada sala materna del Policlínico «Ramón López Peña» como un gran logro revolucionario. «¡Esto es calidad de vida!», exclamó ante las cámaras, mientras señalaba el pequeño espacio que apenas puede atender a seis gestantes a la vez.
La verdad es que esta sala, abierta en enero pasado, representa un avance mínimo en un sistema de salud que sigue mostrando graves carencias. Sí, es cierto que Caimanera reporta cero mortalidad materna e infantil, pero Díaz-Canel olvidó mencionar que muchas embarazadas deben recorrer largas distancias a pie bajo el sol abrasador para llegar hasta allí, porque el transporte público en la zona es prácticamente inexistente.
El recorrido presidencial continuó por San Antonio del Sur, donde visitó el asentamiento «El Aeropuerto», un proyecto de viviendas para damnificados del huracán Oscar. Aquí los números hablan por sí solos: desde octubre del año pasado solo 18 familias han podido ser reubicadas, mientras otras 40 viviendas siguen en construcción. El resto de las casi mil casas prometidas parecen haberse quedado en el limbo de las buenas intenciones.
El parque solar fotovoltaico Los Ciguatos fue otra parada en este tour de logros oficiales. Con sus 4 megawatts de aporte al sistema energético nacional, la instalación es apenas una gota en el océano de necesidades de una provincia que sufre apagones de más de 20 horas continuas. Mientras Díaz-Canel hablaba de avances, muchos guantanameros seguían cocinando a la luz de velas y lidiando con neveras que no enfrían.
Lo más curioso de esta visita es el contraste entre el discurso oficial y la realidad palpable. Mientras se ensalzan pequeñas mejoras, los problemas estructurales siguen ahí: hospitales con carencias de medicamentos, calles en mal estado, y familias enteras esperando por soluciones habitacionales que nunca llegan. La pregunta que queda flotando en el aire es simple: ¿realmente estos pequeños pasos bastan para hablar de «calidad de vida» cuando las necesidades básicas siguen sin cubrirse?
Al final del día, más allá de los titulares oficiales, los habitantes de Caimanera y sus alrededores siguen enfrentando los mismos desafíos de siempre, con o sin visita presidencial. Y mientras las cámaras se apagan y las comitivas se marchan, la vida cotidiana en esta olvidada esquina de Cuba sigue su curso, marcada más por la resistencia que por los supuestos logros que tanto se publicitan.
